Crónicas de un desamor

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Años después. Nos encontramos en un bar, vos ibas de la mano con ella, a quien yo solo conocía por fotos y yo te saludé desde el otro lado del lugar y me miraste un poco más de lo normal, lo noté, y ella también. No los vi más.

El día después. Un mensaje que no esperaba. Y unas mariposas se despertaron en mi panza. Esas sí que no las esperaba, pensaba que ya las había matado a todas. Parece que no.

Cientos de mensajes vienen y van entre mi teléfono y el tuyo. ¿Y el de ella? Nunca lo voy a saber. Algo me dijiste, no mucho, y no sé si lo creo del todo. Todavía me siento un poco culpable (poco, de verdad). Pero rompieron, al fin, rompieron.

¿Y nosotros? Ah, nosotros empezamos. De cero, borrón y cuenta nueva. Cuánto habíamos esperado esa segunda oportunidad que ya creíamos, jamás íbamos a tener. Pero era real, vos estabas ahí, yo también. Juntos (¿juntos?) de nuevo.

Primeras semanas. Todo color de rosa. Paseos de la mano, cenas en restaurantes caros. Recordándonos, reconociéndonos, rencontrándonos, redescubriéndonos. Renamorandonos. Primeras veces y no-tan-primeras veces. Todo tan lindo, todo tan vos.

Pero lo bueno dura poco. Y vos no eras tan vos. Y yo no quería verlo. Peleas, gritos e insultos. De un lado y del otro. Sí, sé reconocer mis errores. Vos no. Me dijiste que estabas en un momento difícil de tu vida, que yo había llegado en mal momento, que no podías (vamos... no querías). Y me lastimaste tanto en ese proceso, ese proceso violento de cargar tus fantasmas en mis hombros, sin pedirme ni permiso ni perdón.

Pero yo no soy de las que se dan por vencida. Y cargué en mi espalda todas tus cruces. Y vos usaste y abusaste, ¿de qué? De mí. Me volví artífice de la pérdida de mi propia existencia por cuidarte. Qué no hubiese hecho por vos. Y aún así, me echaste la culpa de tus tropiezos. Pero cómo, si puse todas las piedras que encontré en tu camino en el mío.

Si la persona que alguna vez conocí había existido, sin dudas ya no, y es tan difícil desconocer a alguien que solías conocer desde la sonrisa al alma. Es una realidad que tuve que aceptar, y lloré al que eras, y maldije al que sos, y lloré un poco más.

Pero seguí al lado tuyo (atrás tuyo, en realidad) hasta que decidiste que mi presencia era más molesta que útil. Elijo pensar que dijiste cosas que no querías decir, porque aún hoy siempre encuentro una manera de justificar tu maltrato (no sé qué dice eso de mí).

Un mes después. Sigo esperando el día en el que cada célula de mi cuerpo se haya renovado y yo sea alguien a quien nunca hayas tocado. Y las mariposas se despierten cuando escuchen otros nombres, y cuando sientan otros besos. 

Camino de idaWhere stories live. Discover now