I. Niño bonito

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"... mediante la cual le informamos que será reclutado en la Brigada Treinta y seis, Dirlewanger SS-Batallón de Castigo, por crímenes de indecencia grave y perversión sexual."

–¡Esto es imperdonable! – Recitaba mi hermano mayor una y otra vez, tras leer la carta que recibí un par de horas atrás, mientras que yo me dedicaba a empacar pertenencias útiles para mi estadía en el batallón de castigo, que esperará no se prolongará más de lo debido –Yacer con hombres no es un crimen, mucho menos para un soldado tan firme como tú, como alguien que pertenece a nuestra familia– Continúo reclamando.

–Es crimen para la nación, hermano– Respondí tranquilo mientras doblaba ropa dentro del maletín de cuero –Iré, pagaré por mi "crimen" y me reintegraré al ejército alemán– Dije no del todo convencido sobre la parte de reintegrarme al ejército tan atroz que ahora se mantenía a la cabeza de una terrible guerra.

–Vuelve a salvo, Castiel– Fue lo último que me dijo mi hermano mayor antes de que el grupo militar viniera a recogerme.

Caíamos a finales de 1940, a casi dos años de iniciada la segunda guerra mundial, la cual la nación alemana intentaba ganar a toda costa. Los batallones de castigo eran comunes para aquellos indisciplinados y de crímenes menores, pero no había mucho que se escuchará de la brigada 36, que, por lo que sabía, contaba con más criminales que soldados castigados.

Aunque había combatido en defensa solamente dos veces, nunca en mi vida había matado a nadie y tampoco me creo capaz de hacerlo, sobre todo cuando vienen a mi mente memorias de todos los civiles y personas inocentes que estábamos haciendo sufrir con esta guerra, no quería ser parte de algo así.

Desgraciadamente para mí, la familia Koch juro lealtad a Hitler años atrás y yo, como soldado activo, le debía mi fidelidad al Führer.

Tras un largo viaje, cerca de la primera línea de ataque se encontraba el campamento de la nueva brigada a la que me habían asignado.

Atravesé el campo con un par de oficiales guiándome. Me sentí como hace once años, cuando recién ingresé al ejército como un recluta, a los 16 años, con todos los más avanzados mirándome como carne de cañón, alguien a quien hacer trizas durante su entrenamiento. Pero esta vez era diferente, ahora no lucían como si quisieran hacerme mierda en la reivindicación al castigo, si no que parecía que lo harían en todas las formas posibles.

Intenté mantener mi vista al frente en medida de lo posible, mirando por el rabillo del ojo pude darme cuenta de que todos me miraban con sonrisas de terror, un escalofrió me recorrió la espalda al pensar que todos aquí eran asesinos y violadores, de la peor clase que existía en toda Alemania y tal vez en todo el mundo. Eran pederastas, pirómanos, asesinos en serie, que solo se mantenían a raya por algunos oficiales y tal vez la pequeña ilusión de ser absueltos de sus crímenes.

–Solo serán algunos meses– Dije en mi mente mientras exhalaba profundamente, intentando creer en mis propias palabras.

–Oficial– Salude al entrar a la oficina de mi superior, mismo que me recibió sentado detrás del escritorio, leyendo un par de hojas.

–Koch– Me dijo sin retirar su mirada de los papeles, me quede de pie delante del escritorio, con ambos brazos bien pegados a mis costados, no sin antes saludar, aunque no tuviera puesto el uniforme. Solo aparto su vista para examinarme rápidamente de pies a cabeza, luego volvió a sus asuntos sin mayor interés –Su expediente es... inmaculado, no se me fue informado el crimen por el que está aquí, pero puedo imaginarme que fue– Bajo las hojas, mirándome directamente –Los más seriecitos siempre son los más peligrosos– Dijo con una sonrisa en sus labios, permanecí inmutable –De acuerdo, estaremos viéndonos– Murmuro volviendo a su seriedad, salí de la oficina.

Crimen | DestielWhere stories live. Discover now