En un mundo donde los sueños parecen inalcanzables, Min YoonGi, conocido por su faceta fría y calculadora como Suga en la agrupación coreana más famosa del momento; BTS, enfrenta sus demonios más personales mientras navega por el éxito. Pero, ¿qué s...
Y ahí estaba nuevamente, solo en su estudio, con las luces atenuadas y el sonido lejano de la ciudad filtrándose a través de la ventana entreabierta. La habitación olía a café frío y papel viejo, un aroma que se había vuelto casi parte de su rutina.
Sostenía una pluma entre sus dedos, moviéndola ligeramente sobre la hoja de papel, pero sin ejercer presión. El silencio se hacía más pesado con cada segundo que pasaba sin escribir.
Tenía que entregar una nueva canción dentro de poco y, en esos momentos, la inspiración lo había abandonado.
Suspiró, apoyando un codo sobre el escritorio desordenado. Sus cuadernos llenos de letras tachadas y fragmentos de ideas estaban apilados junto a su computadora, donde una pista instrumental sonaba en bucle, esperando ser moldeada en algo más grande.
Se quedó mirando la libreta, la pluma inmóvil en su mano. Con la otra, sostuvo su cabeza y cerró los ojos por un momento. Tal vez, si intentaba inspirarse en su propia vida...
Pensó en lo que representaba para la disquera. Solo un negocio. Simplemente una inversión que generaba millones. Un rostro en carteles, una voz que vendía discos, una máquina de hacer dinero.
El malestar se convirtió en palabras. Primero, frases sueltas. Luego, versos completos que comenzaron a derramarse sobre la hoja como tinta derramada. Fluían sin control, como si hubiera abierto un grifo que llevaba demasiado tiempo cerrado. Podría escribir todo el mixtape en un santiamén.
Hace unos días, vio en internet una encuesta sobre los mejores raperos del país. En ella, su nombre encabezaba la lista, pero los comentarios eran siempre los mismos: demasiado frío, demasiado grosero, egocéntrico, egoísta. Todos tenían algo que decir, todos juzgaban sin saber lo que había tenido que pasar para llegar hasta donde estaba ahora.
Apoyó la espalda en la silla, dejó caer la cabeza hacia atrás y exhaló, entrecerrando los ojos. Luego, sonrió con ironía.
Deletreó su nombre mientras tarareaba el ritmo de la nueva pista.
Mucha gente iba a juzgar esta canción, pero lo único que él hacía era expresar cómo se sentía.
"¡A la mierda!"
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