Ódiame

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Me levante de la cama y me puse de pie, y el simplemente se detuvo frente a la puerta y de espaldas a mi, apretando con fuerza el manubrio de la misma, como si mis manos, que se dirigían a los broches traseros de mi sostén, pudieran manejarlo. Estaba enojada, muy enojada. Y por algún motivo ese enojo me hacía desearlo más.

Cayó mi sostén de encaje al suelo, y el leve sonido de la prenda rozando mis tobillos logró que David lentamente volteara, haciendo que su incomparable expresión me erizara la piel. Por su mirada pasó miedo, irá, confusión y un deseo inexplicable, justo así en ese orden. Temí por mi vida con la intensidad de sus marrones ojos. Su mirada oscureció cuando lleve una mano a mi seno y lo masajeé. Lamí mi dedo índice sin dejar de mirarlo y posé mi mano sobre mi otro seno. Exhale. Estaba enmudecido.

Me recosté en la cama y suavemente deslice mis bragas por mis glúteos, muslos y tobillos. Cayeron al piso y seguí mi función. Inserte un dedo, dos, y no dejaba de observarlo. Jamás creí ver su mirada así, estaba neutro, simplemente viendo y el bulto en su entrepierna no dejaba de amenazarme con salir. Quería que lo hiciera. Comencé a imaginar fuertemente cómo sería estar con el y mi ritmo se aceleró, comencé una melodía de suspiros mientras luchaba por no cerrar los ojos y apartar la mirada de sus ojos.
Al fin logre un movimiento suyo, sus manos buscaban su cierre del pantalón, escuche bajarlo y sacar su ya levantado miembro. Dios.
La habitación estaba oscura, solo entraba una leve luz por la ventana que estaba a mi lado así que lo veía a contraluz, pero estaba ahí, masajeándose, produciéndose placer mientras yo hacía lo mismo. Y seguimos en nuestros mundos, como si una vitrina nos separara, pero no había nada...
-Te odio- comenzó a rozarse con más intensidad y yo me acoplé a su ritmo. Empecé a jadear con más fuerza y eso lo impulsó a hacer lo mismo -Aracely...- se lamentaba mientras jalaba fuertemente. Cerré mis ojos buscando el climax, apartando finalmente la vista de el, pero detuvo mi mano.

-Déjame hacerlo por ti, por favor... - Y me embistió con todas sus fuerzas. El placer provocado aturdió todos mis sentidos y los expulso en un fuerte gemido. Jamás había sentido tanto, se colocó sobre mi y amenazaba con no dejarme ir. Me embestía con furia, casi con odio y no apartaba la vista de mis ojos. Nos mirábamos con rabia, sosteniéndonos esa mirada en una lucha por demostrar quién tenía el control, y yo trataba de no flaquear. Logré voltearme colocándome justo sobre el y comencé una danza que no hacía más que torturarlo. Yo jadeaba y gemía con fuerza, para hacer que se corriera al instante y salir vencedora, pero el tenía en mente lo mismo que yo. Gruñía y me tomaba con fuerza de las caderas, haciendo que entrara más profundo en mi, estaba perdiéndome. Mi vista comenzó a nublarse, estaba a punto de llegar. ¡No! No puedo dejar que lo haga, pero Dios mío... Tomó ambos senos y los apretujó con tanta fuerza, que sentí sobrevenir el grito del climax pasando por mi garganta en un ahogo de placer.

Caí casi desmayada en sus brazos mientras los espasmos, propios del evento, abandonaban mi cuerpo. El logró tomarme con delicadeza y recostarme en su pecho. Nuestras respiraciones estaban tan descontroladas que jure que dejaríamos la vida allí. El seguía dentro de mi, y yo no tenía fuerzas ni siquiera para abrir mis ojos y observarlo, pero a juzgar por el movimiento casi convulsivo de su pecho, intuí que él estaba al mismo nivel de cansancio.

Duramos así unos minutos, y ni siquiera le di tregua. Comencé a bajar poco a poco por su pecho, con grandes y jugosos besos, mis mordidas se escapaban y el no tuvo reparo en suspirar en cada una de ellas. Tomé su miembro y comencé el suave masaje. -Me vas a odiar toda tu vida, justo como querías...- ni siquiera lo mire, hasta ese momento, exactamente en el que lo introduje en mi boca. El dio un salto involuntario y tomó con ambas manos la sabana en la cual estaba recostado. Detuve el movimiento. El levanto la vista, bastante impresionado por la decisión que tome y se sentó. -Ponte aquí- Le ordene, y extrañamente me hizo caso. Fue gracioso, lo admito. ¿Se habrá dado cuenta que en ese preciso instante me cedió todo el poder? A orillas de la cama me arrodillé en el piso y seguí con mi función. No dejaba de mirarlo mientras lo proveía de placer, el trataba de mantenerme la mirada pero involuntariamente echaba su cabeza hacia atrás y se entregaba por segundos. Tomaba mi cabello y hacía que introdujera su miembro más dentro de mi boca, estaba excitada. Me sentía tan llena de poder. -Así... Sigue...- Vaya que estaba disfrutando esto, jamás pensé que lo haría tanto. -Más rápido- Tomaba con fuerza mi cabello y lo jalaba y, de repente, antes de que el pudiera acabar dentro de mi boca, paré en seco. Me levante y lo empuje hacia la cama y me posicioné sobre él. Subí hasta quedar justo sobre su boca y literalmente me senté. -Ahora es mi turno...- Cuánto quería esto. Tomó mis muslos rápidamente y comenzó unas suaves lengüetadas que lograron hacerme buscar agarrarme de la pared y echar todo mi cuello hacia atrás, dejándome consentir. -Lo haces bien, cachorro...- Le ronroneé con una sonrisa, mientras sentía como el me mordía levemente y un gemido se escapaba de mis labios. Involuntariamente movía mis caderas por la invitación de su lengua y me sentía perdida de placer. Acabábamos de hacer el... coger, y parece que todo el cansancio logrado se había disipado.
Contraje mi pelvis con más fuerza, quería más. El se zafó y comenzó a subir recostado de la pared, en busca de mis pechos, tomó uno y lo introdujo en su boca y yo sin flaquear me senté sobre el. Nos abrazamos con fuerza y comenzamos una hermosa danza. Era perfecto, nuestros cuerpos bailaban y encajaban con una facilidad incalculable. Se topó con mis labios y yo con los suyos, y nuestras lenguas siguieron el baile de nuestro dulce rencor. -Quiero que me odies. Ódiame- le solté en sus labios y comenzó a moverse con más fuerza. -Ódiame- eché la cabeza hacia atrás y tomó nuevamente uno de mis pezones -David...- mi voz sonaba como una súplica, me arrepentí y retome nuevamente mi postura para sostener su mirada con la mía. Ambas llenas de ira y de deseo. -Ódiame porque nadie nunca te hará sentir cómo lo estás haciendo ahora...- y llegamos juntos al climax más hermoso de placer. Gritamos, con fuerza, con odio y un poco de dolor...

Nos quedamos abrazados, yo todavía sobre el, sentía el hormigueo fluir por mis piernas, a causa de la prolongada posición, pero no quería moverme de allí. Quería estar así, sobre el, escuchando como su respiración se estabilizaba en mi pecho, mientras yo recobraba el sentido inhalando el dulce aroma de su cabello. El comenzó a besar dulcemente mi pecho, donde segundos atrás había escondido su rostro, y comenzó a subir dulcemente hasta llegar a mi cuello. Me levante levemente para liberar su miembro de mi interior y comencé a besarlo igual, poco a poco bajando por su frente, su cien y su mejilla, y dulcemente nos encontramos. Nos quedamos allí, sosteniéndonos las mirada un buen rato, no podría descifrar cuanto, pero si, nos observábamos. Quería perderme en sus ojos un instante, una eternidad... Y veía claramente el monólogo que estaba teniendo en su interior en ese momento. Cuánto me querías David, estabas perdido... Te dolía quererme, y a mi me dolía porque sí, quizás yo sí quería ese sentimiento que tú tanto escondías... Nos abrazamos y no dijimos nada.
Después de un rato me levante de mi posición y me aleje, pero logró jalarme de la mano
-No, vení. ¿Que haces?-
-Me estoy yendo...
-Tenemos que hablar, por favor Ara...- Me solté de su agarre -¿Más? -Logre ver su mirada de súplica con ayuda de la poca luz que entraba por la ventana y, rodando mis ojos, pasé sobre el y me senté a un lado. Estábamos ahí, desnudos. Yo de brazos cruzados y él observándome. Tomó mi brazo y entrelazó su mano con la mía.
-Lo intenté, pero yo jamás podría odiarte.-Soltó.
-Te dije que me odiarías...- Se inclinó sobre mi y lo sentí sonreír en mi hombro. -Odio que siempre tengas la razón...-
Al fin voltee a mirarlo. Era tan guapo. Su cabello estaba todo desordenado, y su piel, producto de las ganas ya saciadas y el efecto a contraluz, brillaba por el sudor aún esparcido en su pecho. Quería besarlo. -Y justo por eso, porque siempre tengo la razón como dices, entenderás que ya le puse fin a tu tormento. Ya, pasó lo que tanto querías evitar -El continúa masajeando mis nudillos- Ya no tendrás esa presión de tenerme siempre en tu mente. -Le sonreí triunfadora y el contagiado hizo lo mismo. No dejaba de mirarme, creo que no escuchó lo que dije. -Ya no es un misterio para ti, sabes lo que es estar conmigo. Puedes seguir adelante y ya. -Subió su mano hasta mi rostro y acomodó algunos mechones de cabello detrás de mi oreja. -Enserio espero que tu plan funcione...-Dijo con voz ronca y miró mis labios, mientras los acariciaba con el pulgar. -Lo hará- Sentencié. -Para ti yo era solo una fantasía, ahora que es real podrás superarla.- Soltó una leve risa, algo incrédulo ante mis palabras, y con la misma mano con la que rozaba mis labios, me tomó por el cuello atrayéndome hacia el. Me besó naturalmente, y con todo mi pesar correspondí al ofrecimiento. Era un beso lento, profundo, tranquilo. Su lengua se movía con sutileza y yo comenzaba a perderme en la caricia -Ya, David- tomé su brazo y alejé mi rostro. -Ya tuviste suficiente... Es tarde, vete.- Me levante de la cama y me dirigí al baño. El recogió una pierna y recostó su brazo en ella, tomando una postura relajada mientras comenzaba a descifrar: -Quisiste curar todo esto con una dosis de la enfermedad...- Busqué unas bragas en una de las gavetas del baño y me las puse mientras lo escuchaba- Y hubiera funcionado, si no fueras tan jodidamente perfecta. -Sonreí. Termine de colocarme una camiseta y salí del baño con el rostro sobrio, neutro. Como si no lo hubiera escuchado. -¿Y sabes qué? Por eso me enojas, por eso no tolero mirarte. -Recogí mi ropa interior usada del suelo y la deje en el baño. Regresé y me cruce de brazos ante el, esperando que terminara el dichoso discurso. -Porque Aracely, yo no te puedo tener. Me re caga querer tenerte y saber que no puedo hacerlo. No sabés el odio que me da pensarte, quererte mía, porque sé que no puedo, no debo. Y si, tenés razón, te odio porque me odio a mi mismo. -Alejo su espalda de la pared y se sentó en la cama- Odio lo que me haces sentir porque no puedo evitarlo. -Su mirada era pura frustración, trataba de hacerme entender el suplicio que le significaba mi existencia- Te quiero conmigo y ¡Con una chingada! No quisiera quererte, pero lo hago. Te quiero. Aquí.

Y no supe que decir...
••••••
Nunca llamó, nunca hizo nada. Y no lo culpo, por alguna razón yo sabia que aún así el seguiría pensando en mi. El se fue de allí esperando alguna respuesta mía, pero no podía dársela. Comprendió mi silencio y solo se vistió. Ya todo estaba sobreentendido, le dedique una leve sonrisa antes de cerrarle la puerta para después dejarme recostar sobre ella, en un suspiro. Siguió tratándome como siempre, con el mismo desplante y ganas de ocultar a todos lo que en realidad sentía por mi.

Me odiaba, pero ya no me molestaba ese sentimiento, porque me odiaba por una sola razón: Jamás iba a poder saciar sus ganas conmigo. Me odiaba, si. Y yo a él.

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⏰ Última actualización: Aug 04, 2017 ⏰

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