Ganas Contenidas

683 55 4
                                    

Alejo la mirada de la ciudad y miro hacia la puerta. Por instinto observo mi ropa, acomodo un poco la bata y camino dispuesta a abrir. Me encuentro con sus marrones ojos.
-Cachorro.- Le dedico una normal sonrisa y el sólo me mira un instante para luego adentrarse en la habitación.
-No finjamos Ara, dejemos el juego absurdo y hablemos- Se sentó en la cama y cerré la puerta, para luego mirarlo atónita. -¿Juego? David, ¿Crees que hago esto a propósito?- No puedo creer que enserio me odie. -Si.- Me mira enojado. -¡Lo hacés, siempre lo hacés! Te encanta este juego de seducción, volverme loco. Y ya basta- No puedo evitar soltar un suspiro de risa. -Tu de verdad estás ciego. ¡David, yo soy así! ¡No pretendo provocarte y mucho menos seducirte! Tú eres el que piensas que lo hago, por alguna razón quieres culparme por algo que tu mente ve. Nunca te he dado motivos para propasarte conmigo. - Y se lo dije muy seriamente. Veía en su cara que el sabía la verdad que le estaba diciendo, pero seguía dispuesto a culpar a otros por su sentir. Se levantó de la cama y caminó hacia mi, tomándome por ambos brazos. Alcé la mirada con altivez. -¿Lo que mi mente ve?- Me mira fijamente -Mira como estás, como me recibís aquí.- Recorre mi cuerpo con su mirada. Traía una bata satin color lila que cubría el camisón escotado con el que dormiría. -David, yo soy así...- Cierro mis ojos cansada de su desespero por mi actitud. -Lo hacés para provocarme. Te encanta hacerme sentir así, te produce morbo verme martirizado. Te encanta sentirte así, deseada, anhelada por todos... -Me separé bruscamente de su agarre- No es así, tú eres el que me mira, el que me busca, me llena de mensajes y palabras dulces, aunque a mis espaldas no digas lo mismo. El problema lo tienes tú.- Me recuesta de la pared junto a la puerta y suelta: -Pues tú eres la que se deja mirar, encontrar, y la que ve de buen modo mis mensajes y palabras! ¿Por que no me pones un alto?!- Busca respuesta mirando mis ojos para luego enfocarse en mis labios, y yo sólo lo miro a el, paciente, esperando... Su respiración comienza a agitarse... -¡Con un demonio, Aracely! ¡Detenme!- Lo dijo casi en tono de súplica, pero no hice caso... Me tomó de la cintura y presionó sus labios con los míos, haciéndome abrir mi boca para darle paso a su lengua, aceptando la invitación. Me apretó fuertemente contra si, haciendo sentir su ya pronunciada erección. Lo detuve. -Escúchame bien...- Nuestros jadeos buscaban estabilización -No soy quién para detenerte...- Busca respuesta en mis ojos -¿por qué?!- -Porque no quiero.- Digo seria -Tú deberías hacerlo solo, tú eres quien debe rendirle cuentas a alguien todas las noches cuando llega a su casa, no yo. Deja de colocar todo el peso de lo que sientes en mi. ¿Qué te molesta?- Comencé a agitar mis brazos desesperada, como si así el pudiera entenderme mejor -¿Que sea así? ¿Arreglada, alegre, sensual? ¡¿Qué te molesta?! Porque no voy a cambiar, yo SOY ASÍ, DAVID.- Module esas palabras tanto como pude -Y no lo hago para llamar la atención de los hombres, lo hago porque me gusta ser así, segura, imponente. No puedes culparme por tu falta de control.- Y me zafé por completo de su agarre, apartándolo a un lado. -Eres un idiota, estás culpándome porque me deseas. ¿Alguna vez te has escuchado cuando piensas en eso, grandísimo imbecil? No soy yo, eres tú. ¿O es que por usar esto no podrás controlarte?- Me quité con rabia la bata que cubría mi camisón y su cuerpo entero se tensó, abriendo los ojos como platos. -¿No tienes control, David? ¿Aracely Arámbula es una mujer muy provocadora?- Deslicé las tiras del camisón por mis hombros para que siguieran el mismo camino de la bata pero el me detuvo. -Basta, por favor...- Su cara de súplica fue tal que llegó a enojarme. Este imbecil enserio me culpaba por su deseo hacia mi. Lo volví a empujar a un lado y di unos pasos al centro de la habitación. Pase mis dos manos por mi cabello, desesperada por su pensar, y cerrando mis ojos suspire. Traté de tranquilizar mis latidos. Lo miré. -Mira David, perdóname si alguna vez sentiste que te estaba provocando, pero jamás tuve esa intención.- Respondí seria, y me senté a la orilla de la cama, mirando a la pared de enfrente mientras el tomaba lugar a mi lado. -De verdad, no quiero que pienses eso de mi... Yo jamás sería capaz de entrometerme en un matrimonio... Yo... Jamás podría causar ese dolor- Mis ojos se empañaron un poco, y el me tomó por ambas mejillas, enfocando mejor mi rostro. -Yo quisiera... Quisiera que me entendieras...- Unió su frente con la mía y lo dejé ser, como siempre. Sentía su agotamiento, y yo solo quería terminar con ese suplicio. Inevitablemente nos besamos, un beso con mucha necesidad, y donde sentía claramente el arrepentimiento contenido en él. Acaricie su rostro, subiendo por su cien y llegando a su cabello, haciendo que el automáticamente profundizara el beso.
Me rodeó con su cuerpo haciendo que me recostara en la cama y comenzamos a subir para encontrar mejor posición. Besaba mi cuello y yo deslizaba suavemente mis manos por sus brazos, volvió a mi boca y se detuvo para mirarme a los ojos. -Es solo deseo, David... solo eso.- Le dije. Y me besó con efusividad, arrancando prácticamente mi camisón y arrastrándolo por mis piernas hacia abajo. Rozaba mi cuerpo de regreso con sus manos temblorosas, como si no creyera que fuese real. Besó mi vientre y subió por mi ombligo, abdomen y pecho. Le tome el rostro y lo besé de nuevo, con necesidad. No podía negarme, yo también lo deseaba, y mucho. Siempre lo había sabido, ese hombre representaba todo lo que alguna vez quise: Protección, diversión, cariño y estabilidad. Pero era ajeno, y respetaba eso... -Mira lo que me haces hacer, desearte al punto de la locura- Lo escuché decir mientras besaba desesperadamente mi mejilla. -Me haces desearte, quererte, tocarte...- ¿Cómo? ¿Seguirás culpándome? -No debería estar aquí...- Siguió besando mis pechos y lo devolví hacia mis labios. -Pero estás- Le dije enojada mientras lo besaba con fuerza. -Y te vas a quedar...- Su cuerpo se tensó al instante por completo al escuchar mis palabras y se separó de mi, levantándose de la cama como si estuviera tocando fuego. -¡No!- Me grita, -No debí haber venido...- Él seguía culpándome.

Luego de haber escuchado mi versión, lo seguía haciendo. Pues bien... Estaba harta, el quería una culpable y yo se la daría al gran estúpido y cobarde.

Deseo ContenidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora