Magnus se dejó caer boca arriba sobre la cama soltando una bocanada de aire. Tumbado a su lado, Alec observaba su pecho subir y bajar una y otra vez, recuperando poco a poco el aliento.
-Guau -comentó el brujo aún medio jadeante-. Ha sido... guau -repitió. El nefilim asintió. Le faltaba aire para hablar, pero estaba absolutamente de acuerdo con el término empleado. -¿No habías hecho esto antes?Las mejillas del joven volvieron a teñirse de rojo. Desvió la mirada de los ojos del mago.
-¿Tanto se me nota?- murmuró avergonzado. Magnus rió.
-¿Bromeas?- preguntó abrazándole- ha sido acojonante, el mejor desde hacía tiempo.
Por una vez, Alec sonrió, ¿qué sentido tenía ponerse a dudar ahora, después de lo que habían hecho? Acababa de pegar un revolcón con el Gran Brujo de Brooklyn, sentía la cabeza despejada, el cuerpo relajado y todas sus preocupaciones se habían quedado al otro lado de la puerta de entrada, lo mínimo que podía hacer era sentirse feliz.Ambos permanecieron en apacible silencio un rato, disfrutando de la paz post-coito cuya existencia el nefilim acababa de descubrir.
-Cuando me desperté por la mañana pensé que lo único que estrenaría hoy sería mi par de zapatos plateados- dijo Magnus. Alec se giró hacia él y soltó una carcajada.
Estoy en racha, pensó el subterráneo, una carcajada y una sonrisa en menos de diez minutos. Todo un récord.
-Son unos zapatos muy bonitos- el comentario del nefilim finalizó con un bostezo a penas contenido.
-Tú tampoco estás nada mal, jovencito- respondió amablemente. La pregunta que le bailaba en la punta de la lengua desde el principio escogió hacerse oír en aquel momento-; ¿por qué has venido hoy y no cualquier otro día?
-No me apetece hablar de ello-. Y no quería, no quería pensar en Jace hablándole de Clary constantemente, de lo bonito que era su pelo y graciosos sus comentarios. En aquel momento solo quería estar con Magnus, porque el brujo no pensaba en medio mundanas pelirrojas, sino en estar con él. Y eso era algo a lo que Alec sabía que podría acostumbrarse.
El subterráneo asintió.
-Bien, es solo... ya sabes, tus padres...
-No saben que me he ido -explicó-, por eso tengo que volver ya-. Hizo un amago de levantarse, pero se paró al ver que Magnus iba a decir algo.
-Yo podría hacer un conjuro para que no noten tu ausencia, sería como si no te hubieras ido... -ofreció. Tras una pausa terminó la frase- y tú podrías quedarte a dormir aquí, si quisieras.
Aunque la cara de Alec no lo mostrara totalmente, algo en su interior daba saltos de alegría. Magnus le ofrecía quedarse, y que le partiera un rayo si eso no era lo que más le apetecía; quería pasar más tiempo con aquel brujo, conocerle mejor y superar la estúpida timidez de la que había hecho gala. Ensanchó su sonrisa.-¿Puedes hacer eso? -Dijo- ¿de verdad?
-Pues claro- "soy el Gran Brujo de Brooklyn" quedó implícito en su tono de voz-. Se utiliza sobre todo con mundanos, pero no veo motivo para que no sirviese para los nefilim si se diera la situación. ¿Quieres que lo haga?
-Eso sería genial- los ojos de Alec brillaron levemente antes de bostezar de nuevo.
Magnus no hubiera sabido precisar qué era lo que aquel adolescente inseguro y con propensión a ponerse colorado tenía de especial. No era sólo el color azul de sus ojos, ni la forma en la que le sonreía maravillado cuando lograba desinhibirse un poco, ni siquiera se trataba de la diversión que le producía pervertir a alguien tan reservado.
-Deberías dormir un poco, son las tres de la mañana. -Alec asintió y se acurrucó a su lado, como hacía Presidente Miau en invierno.
Fuera lo que fuera, pensó el brujo mientras le veía adormecerse, le hacía sentir bien, y deseaba que aquélla sólo hubiera sido la primera de muchas otras visitas a su loft.
Fin
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La primera de muchas
FanfictionAlec un Shadowhunter y Magnus El Gran Brujo de Brooklyn una gran amor descontroladamente hermoso y perfecto. ¿Alec se animara a tocar la puerta?