3. El señor Jaeger

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Señor Jaeger

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Advertencia: se va a hacer mención de algunos temas religiosos, se pide la mayor discreción posible. 

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El señor Jaeger era un ser sumamente extraño y extravagante en toda la extensión de la palabra, los primeros dos meses Levi pasó de él, ignorando completamente su existencia. Sin embargo, con el paso del tiempo y al notar aquellas extrañas actitudes, no pudo hacer otra cosa que enfocar toda su atención en aquel personaje tan singular; ni siquiera conocía su verdadera apariencia, las únicas veces en las que lo veía era cuando el señor Jaeger salía a hacer sus compras o algún encargo en el taller de madera de Erwin. Sí, por encargos se refería a los ataúdes que mandaba a hacer justo a la medida, cuidando perfectamente que no se pasara ni un centímetro más, o eso solía contar Mikasa.

¿Por qué ataúdes? La respuesta también era sumamente sencilla de responder, aquel sujeto loco que había llegado de la nada a acomodarse en Hollow Blair a sus anchas, se había tomado el lujo de comprar la funeraria cuando su antiguo dueño falleció. No contento con ello, incluso había comprado la mansión que se supone que no debería estar a la venta, había llegado de la nada para romper las reglas, como si le importara un soberano pepinillo que en Hollow Blair estuvieran prohibidas muchas cosas.

Pero a pesar de eso, de que estuviera rompiendo las reglas así como así, pero aún a pesar de eso, la mayoría de la gente del pueblo le respetaba y aceptaba sin más que un forastero viniera de la nada a romper las firmes reglas que habían estado establecidas desde décadas. El señor Jaeger no llevaba ni los tres meses completos en Hollow Blair y ya era bastante respetado, incluso más que el propio alcalde y eso ya era mucho decir; era respetado sobre todo, por la gente que era un poco más mayor, cualquiera pensaría que al ser gente más arraigada a las reglas, las tradiciones y las supersticiones, serían los primeros en condenar y querer echar a un forastero insolente que no respetaba lo que ya estaba establecido —aunque sí, al final sólo fueran un montón de normas estúpidas, hechas por gente idiota—.

Pero entonces, a Levi le tocaba ver como cada vez que ésta sombra negra pasaba caminando con paso elegante, por las calles de la improvisada plazuela del centro del pueblo, la gente agachaba mansamente la cabeza, como si estuvieran inclinándose ante el propio rey. Lo que más molestaba al Ackerman, era que ese sujeto ni siquiera parecía notar toda la atención que recibía, como si pudiera tomarse el privilegio único de la nobleza de ignorar a la plebe.

El azabache se paso un mes entero imaginándose lo feo que debía de ser el señor Jaeger, por algún motivo siempre andaba cubierto por completo, como si no quisiera que nadie viera su espantosa apariencia. Un mes entero se la pasó pensando que quizá era un hombre de unos cuarenta, solterón y feo; sin embargo, pronto esa idea se evaporó como vaho que sale de la boca y en pocos segundos desaparece, cuando escuchó varios rumores de jovencitas de su edad que decían que a pesar de su aspecto extraño, no dejaba de ser una chulada andante. Pero no prestó real atención sino hasta que Mikasa y su mamá —¡su mamá! ¡la "princesa preciosa" de los Ackerman!—, lo comentaron una noche mientras todos tomaban su cena, alabando una y otra vez su fino y sofisticado porte, digno de un caballero de cuentos. 

After lifeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora