EL OCTAVO VALS | BOKUAKA | HAIKYUU!!

EL TERCER VALS

AVISO: Mención de crisis de ansiedad y alusión al acoso escolar.

Bokuto Koutaro no era tonto.

Despistado quizás.

Puede que un huracán emocional.

Pero tonto, no.

Por eso cuando vio que Sakusa entraba en los vestuarios sin su mascarilla habitual, supo que algo andaba mal. Y dos minutos más tarde, cuando vio el gran cuerpo del jugador deslizarse por la pared de la ducha hasta caer al suelo, sus sospechas se confirmaron.

Kiyoomi era un individuo sorprendente. No le gustaban las concentraciones de gente; el contacto físico lo aterraba día y noche; y la comida basura lo repugnaba hasta morir. Siempre se negaba a ir a restaurantes por miedo a la suciedad que la cocina donde los alimentos eran tratados pudiese tener. Tampoco era muy fanático de chocarle los cinco a los miembros de su equipo cuando ganaban un encuentro, pero trabajaba en ello. Y es que a pesar de ser la perfecta antítesis de Bokuto, Koutaro jamás lo había considerado como alguien raro.

Atsumu se había marchado antes porque tenía que ayudar a su hermano a descargar el camión con arroz recién llegado de Hyogo. Hinata y Barnes se habían marchado antes para conceder una entrevista en televisión. Por tanto, tan sólo quedaban Bokuto y las cortas respiraciones de Sakusa entre las paredes blancas que conformaban el vestuario.

No era la primera toma de contacto que tenía con los ataques de su amigo. La primera vez fue en un campamento de entrenamiento cuando aún eran adolescentes.

Todos los equipos juveniles sabían acerca de la fobia que el jugador del Itachiyama padecía. Así que, algún grupo de adolescentes pensó que sería gracioso introducir una cucaracha en la bolsa donde Sakusa guardaba su ropa y los 10 botes de gel hidroalcohólico que siempre cargaba en su mochila. A la mañana siguiente, el joven no se presentó en los enfrentamientos matutinos. Ni en la comida. Y por la tarde, cuando por fin divisaron al alto jugador acompañado de sus compañeros de equipo, su cara inexpresiva por primera vez mostró una emoción: cansancio. Pero lo más inquietante eran los arañazos en sus brazos y sus manos rojas, que dejaban a la imaginación el pánico que se apoderó del joven la noche anterior.

Pero ahora era diferente. Kiyoomi no era un adolescente; era un hombre hecho y derecho, llorando en las duchas del vestuario del gimnasio metropolitano de Tokio, completamente vestido. Y Bokuto comprendía la impotencia que sentía, porque él mismo había convivido con esas crisis de ansiedad durante la mayoría de su vida.

—Omi—La respiración del nombrado era irregular y extremadamente corta, hecho que preocupaba a Bokuto mayúsculamente—, cuenta hasta tres y respira cuando yo te diga—Y aunque sabía perfectamente que un "vete" vacilaba con salir en la punta de la lengua de su compañero, los sollozos no le permitían articular palabra—.Exhala.

La cabeza de Koutaro reposaba sobre la puerta de la ducha donde Sakusa estaba encerrado. Sus largas piernas se extendían entre las losas de azulejos que cubrían el suelo mientras que su espalda comenzaba a doler debido a la incómoda posición que había adoptado. Pero, aun así, permaneció durante 20 minutos recordándole a su amigo cuándo debía respirar. Y cuando el silenció al fin calló el doloroso sonido de las respiraciones de Sakusa, tres palabras escaparon por los labios de Kiyoomi.

—Necesito una mascarilla.

Y entonces, Bokuto recordó que era lunes, y la excusa perfecta pasó por su mente.

Mientras, en algún lugar de Tokio...

Las posibles respuestas del examen flotaban en el aire junto a la nube de humo que los cigarros de alumnos estresados expulsaban. Akaashi y Shirabu salieron de la facultad, satisfechos con el rendimiento en sus exámenes. Y justo cuando iban a tomar el autobús que los llevaría a sus respectivos apartamentos, el teléfono de Keiji comenzó a vibrar—: Disculpa Kenjiro—Akaashi se separó de su compañero y colocó el dispositivo móvil en su oreja—, Akaashi Keiji, con quien tengo el pla-