El primer verano del que soy consciente lo pase junto a mi madre, pero realmente solo recuerdo una parte de ese verano y fue cuando fuimos a Menorca con el que en aquel momento era el novio de mi madre, se llamaba Luís.
Recuerdo que para ir a Menorca cogimos un barco, era la primera vez que cogía uno, estaba muy ilusionada porque para mi era una gran novedad. Estaba muy feliz aunque aun no acababa de entender quien era mi madre, no sabía muy bien quien era esa extraña y a donde me dirigía.
Mi madre en ese curso para mi se convirtió en una princesa que dibujaba en una pizarra y una extraña que de vez en cuando venia a visitarme al igual que mi padre. Recuerdo que los dos me traían regalos cada vez que venían a ver como estaba, no se si pensarían que así sería un poco más feliz.
No adquirí una real confianza en mi madre hasta que realmente me hice mucho más mayor y viví situaciones que realmente me demostraron que ella me quería más que nada en este mundo. Me quiere. Se que me quiere a pesar de destrozarme con su inestabilidad emocional que seguramente acabare adquiriendo con los años.
Con mi padre nunca he tenido confianza, ahora con la edad se que mi padre es mi padre, me lo quiero, pero nunca tendré con el la relación que tengo con mi madre ya que nunca he convivido con el exceptuando mi infancia más temprana de la cual no recuerdo prácticamente nada.
Se podría decir que hasta que no adquirí confianza en mi madre nunca confié en nadie cercano a mi y mucho menos en una figura adulta. En la única persona que llegue a confiar era mi abuela Carmen, la mujer que ese curso me dio tanto amor que no me cabía en el corazón y me separaron de ella cuando tenia 5 años.
El día que cogimos aquel barco hacía Menorca fue el día en que mi línea paso de tener contrapuntos coloridos de felicidad constantes creados por mi abuela y mi familia a tener contrapuntos de color negro y rojo que fueron destiñendo mi línea hasta la actualidad.