Inocencia

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Mis padres se separaron cuando yo tenía 2 años y me quede con mi madre, mucho no podía elegir con 2 años así que eligieron ellos por mi. Mi madre echo a mi padre de nuestras vidas y el no lucho mucho para seguir perteneciendo a ellas o así lo viví yo.

El año de la separación de mis padres esta lleno de contrapuntos blancos hasta el inicio del curso de P-4. Recuerdo el curso escolar de P-4 con mucha claridad. Ese curso lo pase con mi abuela, mi madre estaba trabajando muy duro para poder estar junto a mi y tuve que estar alejada de ella por un tiempo.

Mi abuela es un amor de mujer, fue mi madre ese curso y lo seguirá siendo, me educo en el primer año académico que recuerdo, me amo, me dio ternura cuando la necesite y me quiso sin pedir nada a cambio. Mi abuela me otorgo el amor más puro que he vivido y viviré. Siempre tendré 2 madres que me acompañaran al largo de mi línea incluso cuando ya no estén en este mundo, siempre estarán en mi corazón y formaran parte de mi.

Ese curso lo viví el Lérida y creo que fue el más feliz que puedo recordar. Recuerdo muchos detalles preciosos de ese curso que siempre estará en mi corazón.

Cada día mi abuela elegía mi ropa y me vestía como una muñequita de porcelana, luego me colocaba en frente del televisor para que me quedara empanada, sin quejarme, mientras me peinaba con cuidado. Me hacía recogidos dignos de una princesa de cuento. Recuerdo claramente una pinza de pelo que tenia forma de globos y las cuerdas de los globos eran lazos brillantes de diferentes colores.

En clase tenia 2 amigas, una se llamaba Diana, siempre discutíamos por quien era más alta. La otra chica no recuerdo claramente su nombre pero si recuerdo que siempre ponía orden entre Diana y yo cuando discutíamos. En clase recuerdo que también tenia muchos novios, uno, el que recuerdo con más claridad era un niño llamado Luís. En otoño le regalaba ramos de hojas secas de los arboles del patio. Luís fue mi primer fracaso amoroso, recuerdo como si fuera ayer como tiro al suelo uno de los muchos ramos que le regalaba, llore como una desesperada, ese fue el fin de nuestra tórrida relación.

Las clases la impartía una mujer muy dulce con el pelo canoso y una nariz enorme. Yo siempre la obedecía con la firmeza de un soldado obedeciendo a su capitán. Recuerdo que un día sin querer me tropecé con ella y las dos caímos al suelo, me preocupe más por ella que por mi, no pare de llorar en toda la tarde pensando que ya no le caería bien y dejaría de tener su simpatía.

Cada tarde merendaba con mi abuela un yogurt y un postre muy dulce. Esas meriendas supusieron una enseñanza muy importante para mi. Cada día yo quería el postre antes que el yogurt y mi abuela nunca me dejaba. Una tarde, cansada de mis quejidos me permitió comer el postre antes que el yogurt. Recuerdo que el dulce era una napolitana de chocolate y disfrute de ella como si fuera un gran triunfo, después de la napolitana llego el yogurt, el yogurt más amargo del mundo. Al tomar algo tan dulce como la napolitana sufrí el contraste de sabores y me amargo el yogurt como si de un limón se tratara. Mi abuela, recuerdo que con cada cara de amargura provocada por las cucharadas de yogurt que me metía en la boca, sonreía y al acabarlo me dijo -Esto es lo que pasa cuando no se tiene paciencia.

Por las noches siempre cenábamos en el salón viendo una película Disney que nos grababa mi tío Daniel en VHS. Las princesas que más me gustaban eran Pocahontas y Aurora. Pocahontas era mi ídolo musical y la princesa Aurora me gustaba tanto que una de las muñecas de porcelana que tenia mi abuela le llame Aurora, siempre la ponía en mi cama para que durmiera como en la película La Bella Durniente.

En otoño recuerdo claramente una clase en la que preparamos panillets, unos pastelitos típicos de Cataluña que se preparan en dicha estación del año y se consumen con castañas y moniatos. Esa clase despertó mi breve pasión por la cocina que se tradujo en navidades con un juguete para cocinar pasteles, me quedaron todos asquerosos y perdí dicha pasión.

En invierno ese año nevó en Lérida, mi tío y yo nos dedicamos a dibujar ángeles en la nieve y las estalactitas de hielo en los arboles eran hermosas. Recuerdo que en navidades disfrute como nunca antes, los juguetes que me regalaron me gustaron tanto que aun puedo recordar cada uno de ellos perfectamente. Recuerdo los tacones de plástico de princesa que llevaba por casa como si fueran las zapatillas más cómodas del mundo o el cubo de limpieza que me regalaron para que limpiara con mi abuela la casa.

El juguete que más use recuerdo fue una pizarra en la que cada día dibujaba a mi madre como una princesa y a mi padre en un segundo plano pero con corazones alrededor como si estuviera locamente enamorado de mi madre.

En primavera recuerdo que Sailor Moon se convirtió en mi pasión, cada tarde llegaba a casa después de el colegio me plantaba delante de la televisión y cantaba junto a ella la canción introductoria de la serie. Mi madre un día de primavera me llevo a Olot a una casa donde había un huerto y plantamos fresas, no era consiente pero en esa casa vivía ella.

En verano volví a los brazos de mi madre.

Without bloodWhere stories live. Discover now