El centro comercial

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Todo empezó en nochebuena.

Un hombre estaba de compras en un gran centro comercial, a esa hora habían parejas por todos lados, decoraciones navideñas, se escuchaban villancicos por megafonía, todas las tiendas abiertas.

Este hombre estaba solo, pues era un soltero de unos 40 años, 1,85 de altura, atlético, fuerte, con unos ojos verdosos y el pelo castaño medio largo peinado de frente y con laca para tenerlo en punta, poco expresivo, afeitado, con unas botas de montañero, unos tejanos anchos, un cinturón marrón de cuero, una chaqueta de felpa gris con gorro, una pequeña mochila negra que cargaba a su lado derecho con un cinto que le pasaba por encima del hombro izquierdo y un reloj de agujas en su muñeca izquierda, también unos guantes de cuero negro con trazos rojos.

De repente, mientras estaba sentado en el retrete haciendo sus necesidades un temblor sacudió todo haciendo que parte del falso techo cayera encima suyo hecho de yeso y lo dejara inconsciente al golpearlo en la parte superior de la cabeza.

Paso un buen tiempo antes de que despertase, se encontraba medio tumbado de lado junto al retrete con trozos de yeso encima suyo en una de las cabinas de los lavabos públicos de dicho centro comercial, sentía como le dolía ligeramente la cabeza y notaba como un fluido recorre parte de esta, se encontraba confuso pero podía moverse.

Con las manos fue retirando a un lado toda la runa que le cayo encima, por fortuna solo era yeso, parecía que el techo de cemento no le cayo encima, tras poderse medio poner en pie ayudándose del retrete intento abrir la puerta de forma convencional pero esta apenas se abría unos centímetros.

Grito pidiendo ayuda.

- ¿¡Hola, estoy atrapado y herido en el lavabo, alguien puede ayudarme!?-

Nada paso, solo unos llantos cerca de el, parecían los de un niño, el deduce que quizás habría gente que necesitaba más ayuda que el, de ese modo dejo su egoísmo a un lado y volvió a hablar.

- ¡Eh chico, ¿Estas bien, nada roto, ninguna herida? Donde estás, quizás pueda ayudarte.-

Dijo el dirigiéndose a los llantos que escuchaba intentando localizar de donde venían.

*con voz llorosa* -Estoy agachado bajo los grifos, he visto como una puerta se movía cerca mío pero tengo miedo, miedo a que el techo me aplaste.- *snif*

El niño de unos 6 años llevaba puesto un chándal de temática navideña con unas bambas blancas, pelo corto, ojos marrones y cuerpo normal, sin heridas, solo sucio de polvo blanco del yeso.

El hombre hizo un placaje fuerte a la puerta y esta cedió unos centímetros más, pese a ello no era suficiente como para que el pudiese salir, había que despejar lo que bloqueaba la puerta, por suerte al otro lado había alguien que quizá podría ayudar.

- Oye chico, si me ayudas yo te ayudo ¿Ok? Solo tienes que empujar los obstáculos que tengo bloqueando la puerta a un lado para que pueda salir, recuerda, solo empujar con todas tus fuerzas.-

- No, no creo que pueda, los restos del techo son grandes como televisores, debe ser muy pesado.- Observa el niño saliendo fuera de su refugio algo más calmado.

- Tranquilo está hecho de yeso que pesa bastante menos que el cemento, si no puedes moverlo todo de golpe mueve trozo a trozo, es más lento pero menos difícil, confío en ti­, se que puedes muchacho.-

El niño deja de lamentarse y se acerca a las runas. -Vale lo intentaré, pero a cambio si salimos quiero que me compres la Play Station 5.-

- ¿Como, a tu edad ya jugáis a las maquinitas? Y yo que empecé a los 15.- Se sorprende un poco el hombre.

Tras que el niño retirara trozos de yeso del tamaño de una pelota de fútbol empujándolos a un lado, tras un buen rato despejo el camino y el hombre logro abrir la puerta y salir de su mazmorra.

-Gracias chico, realmente eres muy valiente, te prometo que te daré la PS 5, pero primero tenemos que salir de los lavabos y descubrir que pasó en el centro comercial.-

-Mi madre estaba comprando ropa en la tienda en enfrente de los lavabos ¿Podrás acompañarme a ella?- Dijo el niño poniendo pucheros.

-Por supuesto, la familia es lo más importante que existe, por cierto me llamo Ray, ¿Como te llamas muchacho?- Preguntaba mientras salían de los WC sin contratiempos.

-Sam.- Respondió de forma corta pues no pudo seguir hablando tras ver como el pasillo central que cruzaba por su camino estaba medio derrumbado, todo roto, algunos pequeños desprendimientos y entre los escombros asomaban algunas extremidades de gente que fue sepultada.

- ¡Tengo miedo, mucho miedo!- Grito asustado el niño aferrándose a la cintura de Ray con todas sus fuerzas y temblando todo su cuerpo.

Ray por unos segundos se quedo petrificado, una sensación extraña recorría todo su ser mientras miraba a todos lados en busca de alguien que se moviese.

-Esto fue causado por un terremoto, no hay otra explicación posible.- Hizo una pausa para acariciar el pelo de la cabeza de Sam como en un vano intento de calmarlo. -Tranquilo, seguro que tu madre está bien, si es como tu estará en el interior de la tienda de enfrente refugiada bajo alguna mesa o en los probadores.-

Sam afirmo levemente moviendo su cabeza verticalmente una sola vez dejando de agarrar de la cintura a Ray y agarrándolo de la mano derecha con apego.

-Realmente eres un muchacho muy valiente Sam.- Recalco Ray mientras entraban en la tienda que parecía estar en un mejor estado que el que Ray esperaba.

Se escuchaba el ruido de algo moviéndose tras el mostrador de la dependienta por lo que Ray paso a inspeccionar, había una mujer de unos treinta y pocos años, su color de ojos y pelo así­ como el tono de piel era muy similar al de Sam, Vestía un lindo vestido largo color turquesa, tenía el pelo recogido en una trenza y un poco de maquillaje, las uñas pintadas de rosa claro, debía medir 1,78 y por ser muy delgada lucía un cuerpo de modelo.

-Eh, hola señora, ¿Esta usted bien? ¿Conoce a este niño?- El pequeño Sam asomo y se le abrieron los ojos tras unas lagrimas, la misma reacción que ella y inmediatamente se abalanzaron a la vez para abrazarse mutuamente aferrándose.

- ¡Hijo mío, ¿Estas bien, no estás herido? Estaba muy preocupada por ti­ cuando todo tembló pero mis piernas me temblaban y no podía ir a buscarte!-

-El joven Sam me dijo que estaba aquí­, es un chico muy valiente tu hijo.- Elogio Ray rompiendo la atmosfera de ese reencuentro.

-Gracias Ray por ayudarme a encontrar a mi madre, me debes una PS 5.- Dijo Sam felizmente recordando la promesa.

-Ah, esta bien, pero seguimos en peligro, podrían haber replicas del terremoto y la estructura ya está muy agrietada, sería más seguro salir a la calle.- Sugirió Ray mirando a la madre de Sam.

-Esta bien señor, ¿Era Ray su nombre, no? Tiene una fea herida en la cabeza, debería hacérselo mirar.- Aconsejo la madre mirando como la sangre seguía fluyendo lentamente por media cara de Ray.

Y de repente el techo del pasillo central cedió dejando impracticable el salir de la tienda por donde entraron y levantando mucho polvo, luego las luces se apagaron, por suerte ellos tres no les toco ese desprendimiento.

-Genial, ahora a oscuras y sin poder salir ¿Podría ser peor?- Se quejo la madre tras llevarse un gran susto por ese derrumbe inesperado.

-Mami, Ray se ha desplomado al suelo y sigue sangrando ¿Está muerto?- Dijo el niño que podía ver a oscuras gracias a que la base de su calzado se iluminaba de colores cuando daba un paso.

-Necesita ir al hospital pronto, solo perdió el conocimiento por perder demasiada sangre, no podemos abandonarlo a su suerte.- Dijo la madre con voz de preocupación.



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