BULLSHIT

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Las ganas que tenía de partir algo en ese momento no eran normales, el que se me atravesara por el camino lo picaba en dos, podía jurarlo. Entré al asqueroso baño del bar y fulminé con la mirada a un par de chicas que se estaban besando en una esquina.

Patéticas.

Como si no fuera bastante recordatorio tener la camiseta que me regaló en mi cumpleaños número veintidós, tenía que soportar el animoso intercambio de saliva que las dos tipas tenían detrás de mí. Ni si quiera el golpe sordo de mi mochila contra el piso las separó. Puse los ojos en blanco obviando por mi bien la escena del fondo, tomé el dobladillo de la maldita camiseta que llevaba puesta quitándomela por encima de mi cabeza y la arrojé en la basura. Desde hoy declaré que odiaba a Nirvana.

Comprobé si salía agua de la llave y como si la vida se hubiese apiadado de mi después de todo lo horrible que había vivido, agua cristalina salió de la llave. Ahuequé mis manos bajo el chorro y mojé mi cara, ni siquiera me importó los kilos de sombra negra y mascara de pestaña que usaba a diario, simplemente mojé mi cara dejando que el agua me refrescara, como si eso pudiera hacer algún cambio.

Tomé varias servilletas del dispensador y me sequé la cara quitando todo el maquillaje corrido, me quedé por unos segundos observando mi reflejo en el espejo, mis ojos se deslizaron por toda mi cara hasta quedarse en mi boca. Analicé con cuidado mi labio roto, estaba inflamado y aun dolía un poco, pero sanaría pronto, el idiota golpeaba como marica.

No quería llorar, jamás lloraba y menos por una estúpida niña idiota. Ni siquiera valía tanto la pena, pero el simple hecho de sentirme utilizada por una maldita puta como ella me hervía la sangre, estaba molesta conmigo misma, por dejarme llevar de esa forma, por no captar nunca las señales que siempre estuvieron ahí.

Apreté la mandíbula y un gran suspiro se escapó de mis labios, joder, maldita Kendall, me engatusó con ese dulce rostro y sus hermosos ojos azules. Miré por el espejo, encima de mi hombro y las chicas seguían en lo suyo, sabían que había otra persona en el baño con ellas, pero eso parecía no importarle en lo más mínimo.

Un gemido se escapó de los labios de la rubia mientras la otra -que parecía ser la activa- la mantenía acorralada contra la pared de baldosas, con una mano metida en los jeans de la muchacha.

Por un momento, mirando aquella escena, recordé como hacía temblar a Kendall bajo mis dedos, siempre me causó risa su orgasmo, las piernas le temblaban y cruzaba las rodillas, cuando lograba alcanzar su punto G.

"-Ningún chico te tocará de la misma forma que lo hará una chica Kends...ellos no conocen el punto exacto. -susurré con voz ronca en su cuello mientras la sentía venirse en mi mano.

Lamí la curva de su cuello mientras la escuchaba decir maldiciones y sonreí triunfante mientras movía mis dedos dentro de sus rosados pliegues. Sentí sus piernas temblar y fue ahí cuando supe que mi trabajo estaba hecho.

-No puedo estar más de acuerdo contigo...-ronroneó y sus perfectos ojos azules se clavaron en los míos -Te quiero Sam. -sonreí seductora y devoré su boca, besándola como solo yo sabía hacerlo."

Maldita y sensual Kendall, por un momento creí que por fin, había encontrado a la chica perfecta para mí. Kendall era todo lo que siempre quise, había tenido muchas novias, pero Kendall sin duda sobresalía del resto. Era simplemente única y por primera vez en mi patética vida comenzaba a tener sentimientos fuertes por alguien.

No era del tipo de persona que se enamorara fácil, esas tonterías de amor y cuentos de hadas no eran para mi, nunca creí en ello, por eso me sentía tan patética, había roto demasiados corazones como para que la ciudad completa me odiara, supongo que Kendall fue mi karma.

Drown.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora