Es duro contar esta historia ya que por más tiempo que pase, aún duele, duele sin importar que en realidad ya no deba sentir nada al recordar esto. Pero ya es tiempo de afrontarlo.
Todo comenzó como una noche como todas, gritos e insultos era lo único que se escuchaba tras las paredes y la escalera. Peleas y peleas sin cesar, pero siempre tuve un escape a aquellas tormentas con truenos y rayos. La música, la música me ayudaba a desvanecerlas y formar un hermoso arco iris en el techo de estrellas artificiales de mi habitación. Sin embargo, esa noche ni la canción más intensa pudo ayudarme ya que la razón de la discusión era yo. Cada insulto era más doloroso que el anterior, sin mencionar los golpes. Después del último, me quede sola en la sala, mientras las lágrimas brotaban de mis cansados ojos, unos ojos que reflejaban el cansancio de la vida, lo que era así desde que tengo memoria, jamás tuve la mejor visión de la vida y con momentos así, empeoraba más. Cerré los ojos para lograr calmar las lágrimas sin éxito hasta que lo escuche, la interpretación con guitarra de una de mis canciones favoritas de Green Day, bastante buena a decir verdad, me centre en ella y en mi cabeza cantaba la letra. No distinguía con claridad de dónde provenía la música, al principio pensé que podría ser una reunión o asamblea de los vecinos y lo deje así, sin darle más importancia. Cada noche se escuchaba la guitarra y algunas veces la voz del que podría ser el mismo guitarrista, con eso cada noche mi tristeza se convertía en una sonrisa.
Una tarde mientras almorzaba con mi madre, me comento sobre el nuevo inquilino de la vecina, yo solo escuchaba sin demasiada atención, me dijo que también vivía con su hijo y que este al parecer tocaba guitarra y le ofreció clases si necesitaba, ella con una risa me lo recomendó, es cierto que pensé en aceptar pero en ese entonces me llamaba más la atención otras cosas. Así que rechace la oferta y no se volvió a tocar el tema, pero ahora estaba más que satisfecha al saber que el guitarrista desconocido era el nuevo chico de al lado.
No recuerdo con claridad como o donde fue la primera vez que lo vi ya que podía verlo desde la ventana de mi habitación y cuando sacaba a mi perra, que a veces coincidíamos y él llegaba o salía, pero desde ese momento me pareció muy guapo. Pasaron los años y me fui enamorando indirectamente del misterioso vecino el cual solo sabía que le gustaba la misma música que a mí, la guitarra, le ponía como unos 16 o 17 años y su nombre, lo último logre averiguarlo por una amiga de la infancia que lo conocía.
Una noche mientras charlábamos en mi puerta, él llego y cuando cerró la puerta, me susurro su nombre y me dijo que estaban en el mismo colegio y era un poco extraño. Esto hizo aumentar más interés en él.
Mis tíos y prima vivían en el mismo conjunto así que estaba seguido allá, mi prima se crio conmigo, me lleva un año pero nos entendemos perfectamente a pesar de ser tan diferentes como el sol y la luz. Le contaba absolutamente todo como ella a mí, claramente le conté sobre el vecino, ella solo me dijo que debía hablarle la próxima vez que me lo encontrara pero no es tan sencillo, bueno, no para mí, soy una persona bastante penosa y con muy baja autoestima por lo tanto solo llegaban pensamientos de que podría ser una molestia para el con el solo hecho de acercarme o sonreírle. Pasaban los días, semanas, meses y mi amor secreto se hacía más lejano y profundo. Muchas veces me preguntaba como seria si fuera diferente, si le hablara, si le gustara, si tuviéramos una relación, lo hermoso que sería vivir con el amor de tu vida a solo unos centímetros, si el me cantara o tocara canciones, me creaba una y mil películas sobre él, lo cual hacía mis esperanzas más fuertes y débiles a la vez.
En San Valentin planee darle algo pero sería anónimo por lo que dije anteriormente, escribí una carta muy corta pero precisa y al doblarla pegue una chocolatina, el problema era que no sabía cómo dársela, al final nunca se la entregue y termine comiéndome la chocolatina en mi cumpleaños que no fue mucho después y guardando la carta. Nada iba a cambiar, eso lo sabía, si quería que algo pasara tenía que hacer algo yo, él no lo haría obviamente pero no sabía cómo o que hacer. Siguió pasando el tiempo y nada cambiaba y no planeaba que fuera diferente.
Unos meses después una mañana desperté muy agitada, sudando y con el corazón a mil, no podía creer lo que acababa de soñar...era el, en mi cabeza, su sonrisa, sus ojos, su voz, todo solo concentrado en mi. Y comprendí que no podía seguir perdiendo más tiempo, él era el inquilino, no viviría ahí para siempre ¿Y qué tal que se fuera ese mismo día o mañana? Debía hacer algo así terminara mal, no podía quedarme más tiempo con los brazos cruzados.
Tome una hoja en blanco y tras una, dos hasta cuatros hojas arrugabas tratando de solo hacer el titulo pude seguir, si no podía hablarle al menos debía ser capaz de escribir lo que sentía, obviamente que no le iba a decir que me gustaba porque podría creerme loca por haberme enamorado de un completo desconocido. Solo que quería conocerlo y trate de ser lo más simpática posible, contándole del video de la canción del que saque la idea de la carta, lo mucho que me gustaba cuando tocaba y cantaba etc, coloque dos cuadritos, uno con "Si" y el otro con "No" dure como una semana escribiendo esa carta con un sobre y todo. Mientras planeaba como dársela, recordé al hijo de mi vecina, un chico como de 11 años, podía entregársela a él y él se la daría, claro. Planeaba entregársela el viernes de esa semana, faltaban un día para eso, estaba muy nerviosa y ansiosa.
Mi madre cuando llego a casa me pregunto si quería pintarme las uñas, casi nunca me ha gustado la idea de ser tan femenina con el tema de las uñas pero recordé al vecino, si quería gustarle debería empezar a cambiar unas cosas. Acepte pero antes me dijo que no teníamos algodón, entonces fuera a pedirle a la vecina, me puse unas botas y golpee. Tres segundos después, abrieron y al levantar la cabeza lo vi.
-Hola-dijo el con una sonrisa.