Capítulo 4

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Capítulo 4

¡Esta no puede ser mi casa!

Caminaba desesperadamente buscando a Tedd. ¿Dónde se había metido?

Seguía a los de primero, envuelta en un mar de capas negras y gorros puntiagudos, hasta que lo contempló: en la cima de una montaña se encontraba la estructura más perfecta, hermosa y monumental que hubiera apreciado jamás. Imponente, sombrío pero precioso se alzaba el mágico castillo.

Cuanto más lo contemplaba, más bello le parecía. Pensar que una obra tan asombrosa iba a ser su hogar durante un año, hacía que un temblor la recorriera de la cabeza a los pies. Todos sus pensamientos se habían esfumado con la maravillosa imagen del castillo, ahora solo quería que ese momento, el primer instante en que vio Hogwarts , se quedara impregnado en su mente para siempre.

Le entraron ganas de llorar, porque ahora era real: iba a ser una bruja.

La ilusión se posó en su estómago repentinamente.

Sentía que sus piernas caminaban inconscientemente, junto a la multitud de primer año que seguían los gritos roncos de algún guía. Seguía caminando, sin saber su rumbo, admirando semejante belleza. Estaba tan distraída, que no miró cuando pisaba el terreno acharcado a las orillas del que debía ser el verdoso lago, del que Fred y George le habían hablado, y de un resbalón se precipitó contra el suelo, llevando consigo a una persona.

Ambos cayeron, y para disgusto de Jazmín, su capa nueva se había manchado de barro, y la ilusión de hace un momento se había disipado.

-¡Miren por dónde pisan!- escuchó como gritaba alguien.

-¡Tonta! ¿Acaso estás ciega?-se quejó el niño molesto.

-Perdón, yo...no vi...- Jazz apenas podía conseguir parase por lo resbaloso de la superficie cuando el niño ya lo había conseguido y la miraba con furia con sus pequeños ojos pastosos.

-¿No viste? Vaya si eres torpe- y dedicándole una última mirada de desdén, se alejó en dirección al lago. Aún no conseguía levantarse cuando escuchó como una voz le gritaba.

-¡Hey! ¡Mamá me dijo que no podíamos jugar con el barro aquí!- una pequeña niña con el pelo blanco brillante y piel pálida como la leche había llegado corriendo. Sostenía un sapo en la mano y miraba a Jazz contentísima.- ¡Sabía que mentía!

-No estoy jugando- replicó Jazz desesperada. Los de primero se alejaban hacia la oscuridad. –Me he caído.

-Ah- la niña, algo decepcionada, extendió un brazo hacia Jazz para ayudarla. Jazz la aceptó gustosa, y cuándo por fin pudo ponerse en pie, amabas alcanzaron a los de primero, que estaban subiendo a unos botes en el lago.

Tomaron uno de los primeros, que al parecer la mayoría de los chicos tenía miedo de usar debido a la cercanía al bote individual del grande y peludo hombre que debía ser el instructor.

-¿No te da miedo?- susurró Jazz a la niña para ver si quería cambiar de bote. La niña, al verlo esbozó una sonrisa.

-¡Hagrid!- lo saludó gritando. El hombre le dedicó una sonrisa y también la saludó.

Todo estaba muy oscuro, y Jazz tenía miedo de caer al lago cuando subió al bote. Por el contrario su pequeña amiga parecía muy felíz cuando hubieron abordado. No paraba de jugar zarandeando el bote de un lado a otro, aunque Jazz y otras dos niñas que habían abordado ellas le pedían desesperadamente que parara.

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