*Foto de los ojos de Idalia*
Dayron
Hoy estaba radiante, siempre lo está. Cada vez que la veía me daban ganas de besarla, abrazarla y estar el resto de mis días con ella. Desde que tengo uso de razón me ha gustado. La veía todos los días por los pasillos, tan segura de sí misma, que se me hacía imposible llegar a ser su novio algún día. Pero así sucedió.
-Hey chicos, estoy aquí- habló la chica española de intercambio.
No recuerdo bien su nombre, era Jalia, Dalia, Talia... ¡¡Idalia!! Sí, ese era.
Antes la vi inspeccionando la casa. Melissa me había comentado que una chica vendría desde España de intercambio y se quedaría en su casa. Quise causarle una buena impresión y le hablé en español. Mi padre me lo había enseñado ya que él es de allí, por eso sé hablar los dos idiomas y un poco de francés.
No era una chica muy guapa pero tenía unos ojos realmente extraños y preciosos. Eran una mezcla de distintos tonos de azul y pequeñas manchas marrones.
-Vámonos- dije.
Salimos tranquilamente en silencio y me percaté de que Idalia estaba mirando mi coche con cierto interés.
-Es un Ford Zephyr del año 1965 ¿es tuyo?
-Eh, si- me rasqué la cabeza con una mano- era de mi abuelo, después de mi padre y ahora es mío.
Mi padre me lo había dejado después de cumplir los 16 tras haberle insistido durante 8 largos meses.
-Me encantan los coches clásicos.
-A mi también.
-Es muy antiguo, ya le he dicho que ahorre para uno nuevo- dijo Melissa
Eso me sacaba de quicio, no sabía apreciar las cosas. Aunque fuera viejo, era una reliquia de mi abuelo y a mí me gustaba.
-Y yo te he dicho que no quiero ninguno más que este.
-Bueno chicos, solo es un coche, si no salimos ya llegaremos tarde.
-Tienes razón vamos- dije un poco cortante.
Arranqué el corche y nos dirigimos hacia la fiesta. No sé cómo mierda Melissa me enredó para ir a la fiesta de ese completo estúpido.
Estábamos casi llegando a la casa y ya se escuchaba la música. Joan era muy exagerado con las fiestas, todavía sigo sin entender cómo su madre no le ha pillado nunca y cómo los vecinos no han llamado a la policía. Pero bueno, ese no era mi problema.
-Es aquí, es la casa del hijo de la directora de nuestro insti, se ha ido de viaje dos días y bueno, Joan no ha tardado mucho en organizar una fiesta- le dijo Melissa a Idalia.
Aparqué el coche como pude y entramos a la casa.
Agarré a Melissa y nos pusimos a bailar aunque no fuera mi actividad favorita. Ella bailaba realmente bien, sabía cómo poner a cien a cualquier chico en menos de un minuto.
Me di cuenta de que Idalia estaba sola así que me acerqué a Melissa aún más sin dejar de bailar.
-Deberíamos de acercarnos un poco a ella, seguro que se siente incómoda y además, está sola- le susurré en el oído.
Melissa asintió y nos acercamos más hacia ella para después empezar a bailar.
El hijito de la directora se me acercó y me informó algo que no me gustó para nada. Unos tipos estaban pegando a Enzo, mi mejor amigo, en el patio trasero y sino quería que terminara en el hospital, debía ir de inmediato.
Nos dirigimos hacia el patio y me encontré con Enzo tirado en el suelo con el labio partido, un ojo morado, el lado derecho de la cara hinchado y las gafas partidas a un lado.
Me agaché corriendo y lo miré, estaba inconsciente.
-Como encuentre a quien te hizo esto, no volverá a sentarse el resto de su vida.
Lo levanté cuidadosamente del suelo y lo apoyé en mi hombro, Enzo no es un jugador de rugby precisamente. Cogí lo que quedaba de sus gafas y me las metí en el bolsillo trasero.
Lo subí a una de las habitaciones de la parte de arriba que por suerte estaba vacía. Lo recosté sobre el lado izquierdo. Fui al baño a por algo para curarle, limpié un poco sus heridas y salí de la habitación dejándolo plácidamente dormido.
Bajé y me encontré de frente a un tipo con un vaso en la mano, inmediatamente se lo quité y me lo tragué de un sorbo.
-Lo necesito más que tú.
Me dirigí a la cocina a por más alcohol. No sé cuanto tiempo estuve allí ni cuanto bebí, pero me sentía genial. Estaba tan borracho que me apeteció bailar.
Divisé de espaldas a Melissa y a mitad de camino se fue la luz. A todo el mundo le dio igual y siguió bailando, así que yo no iba a ser la excepción e hice lo mismo. Encontré a Melissa, puse mis manos en sus caderas y fui bajándolas poco a poco para parecer más sexy.
De repente, Melissa se giró y me dio un puñetazo en todo el ojo dejándome un poco atolondrado. ¡Qué hice mal ahora! Pensé que era lo que ella quería.
Salí corriendo detrás de ella lo más rápido que pude, pero ya era tarde. Se había marchado.
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La más guapa de todas
RomanceIdalia, una joven española de 16 años, termina su último año de secundaria y recibe una aceptación de un intercambio a California donde hará nuevas amistades y donde conocerá a un chico que verá más allá de su envoltorio y descubrirá lo que realment...