Detroit, Oregon. 04/09/23, 17°C-23ºC.
Camino con pasos largos por los pasillos de la escuela, voy tarde otra vez, pero correr en los pasillos implica otro castigo.
Llego al aula B-6, bufando cuando veo la puerta cerrada y veo a la maestra de biología —una mujer vieja, de unos 60 años— moverse sobre la pequeña plataforma que está para alcanzar con mayor facilidad el pizarrón.
«Mierda» susurro. Toco la puerta, algo apenado por mi tercer retraso, y espero a que alguien, por el amor de Dios, me abra la puerta.
Agacho la cabeza con pena, golpeteando la punta de mi pie en el piso. Escucho cómo quitan el seguro y abren la puerta, y veo los pies de la profesora. Suspiro pesadamente y alzo el rostro, esperando mi sermón, el tercero de la semana.
—Stiles — dice, con esa voz temblorosa que da más lástima que miedo—, pasa.
Le miro confundido, preguntándome si es una broma; pero, ¿por qué una vieja me jugaría una broma? Mejor me quedo callado y asiento, pasando al lado de ella hacia el salón. Hoy es mi día de suerte, creo.
De inmediato localizo mi asiento, vacío, a diferencia de todos los demás. Ignoro todas las miradas que se posan en mí, pasando frente a todos hasta llegar a la tercer fila, en la segunda butaca de atrás hacia adelante.
—¿Tarde otra vez? —me pregunta Isaac en un susurro que apenas me fue audible. No le digo nada, sólo asiento con la cabeza como respuesta. Llegar tarde y hablar en clase no sería buena idea—. No te preocupes, no dice nada interesante. Apenas puede hablar.
Suelto una pequeña risa, pero al instante me lamento. Me iré al infierno por burlarme de la vieja maestra.
La anciana se posiciona frente al pizarrón, con lentitud y cuidado, supongo que para no caerse. Borra lo que había anotado en el pizarrón blanco y camina hacia su escritorio, tecleando algo en su laptop —sí, efectivamente me aguanté la risa por ver a la pequeña y arrugada mujer usar una computadora—. Mira hacia el proyector que está en el otro costado del salón, y pide que, por favor, alguien sea tan amable de encenderlo.
Al observar hacia mis lados veo cómo todos, absolutamente TODOS se miran, justo como yo los miro a ellos. Bufo y me levanto, no tengo que caminar mucho para llegar a la pequeña máquina. Presiono el botón de encendido y ¡ya está! ¿Era ése todo el drama?
Reproduce un vídeo, qué aburrido. Apoyo mis codos sobre la mesita de mi butaca y pongo mi cabeza entre mis manos, bufando.
La clase termina. Nada interesante, o eso creo; no puse mucha atención.
Salgo del salón junto a Isaac, caminando por los pasillos de la escuela por segunda vez ésta mañana, sólo que ahora con más tranquilidad.Nos topamos con Max, que suerve su nariz y estornuda sobre su antebrazo, en la maga de su chaqueta.
—¡Hey! —exclama Isaac en forma de saludo, alzando su mano para chocarlas con Max, pero él no responde el saludo, a lo que Isaac baja la mano con lentitud como si nunca la hubiera levantado. Me da vergüenza ajena, pero es mi mejor amigo y me trago mi risa. Él no se hubiera reído de mí tampoco.
—Hola, chicos —dice Max, en un tono bajo, con una voz que demuestra que su nariz está llena de mucosidad extra. Ew.
—No luces muy bien, Max — le informo, con el ceño fruncido ante su notable debilidad—. ¿No prefieres volver a casa y descansar? —él niega con la cabeza.
—No, gracias. Estoy bien, sólo algo resfriado. Creo que mi perro me lo contagió; todos los perros de mi calle parecen estar enfermos, andan como locos, y el mío no es la excepción. Debe ser algún virus en el aire o algo así.
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To die for ; stydia.
Fanfiction❝Moriría por ti.❞ preciosísima portada por: @illuminateharry ♡♡♡♡♡♡♡ esta historia es completamente mía; se prohibe cualquier copia. to die for © by doo-dles