Capítulo uno

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LA INVITACIÓN▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬

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LA INVITACIÓN
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Estaba muerto.

Luego de una noche en la que William se aseguró de que nadie durmiera, Ezra luchaba por mantener los ojos abiertos. Su hijo no solía ser un niño escandaloso, por el contrario, todo el mundo elogiaba su carácter pacífico que lo destaca entre los otros niños de su edad. Sin embargo, hacía una semana que despertaba en medio de la madrugada y lloraba sin explicación.

Agotado, recostó la cabeza sobre el escritorio y cerró los ojos. No lastimaría a nadie si descansaba la vista por unos segundos.

De repente, una ola de aire gélido lo envolvió, una temperatura menor a la que se podía esperar en la biblioteca que, sin lugar a duda, lo consideraba el lugar más cálido de todo el instituto. Levantó la cabeza, desorientado, y se halló en medio de un callejón oscuro sin salida. A la distancia divisó una silueta humana, una persona vestida de negro y figuró por la compostura de los hombros y la altura con la que contaba, que se trataba de un masculino. Este comenzó a caminar hacia él, sin embargo, nunca llegó a acercarse, sino que sus pies parecían patinar en el suelo sin avanzar un minúsculo centímetro.

—¿Quién eres? —cuestionó, alzando la voz.

Percibió un murmullo en su oído que lo hizo estremecer y mirar sobre su hombro. No encontró nada. Es una distracción, pensó y se volvió de nuevo hacia la figura desconocida, ésta vez encontrándolo pegado a él. Sus rostros estaban separados por un suspiro, aunque Ezra solo podía verle la punta de la nariz, todo el resto era una sombra negra.

Entonces, despertó.

Una puerta se cerró causando un estruendo. Ezra se enderezó tan deprisa que los músculos de su espalda lloraron de dolor. La madera crujió cuando se aferró con las manos al escritorio de los ángeles y resopló al escuchar la risa de Jace hacer eco entre las paredes cilíndricas que componían la biblioteca.

—Vete al infierno, Jace —gruñó, apoyando la frente sobre la superficie.

—De ahí venimos, que no se te olvide —replicó y pasó ante él con una sonrisa burlona. Dos pasos por detrás del rubio, entró Alexander y observaba la escena sonriente. Con el pasar de los años las bromas molestas de Jace a Ezra y viceversa eran algo común para Alec.

—Idiota.

—¿Cansado? —Alec se acercó. Estiró el cuerpo sobre el escritorio y dejó un beso en su cabeza.

Ezra no tuvo oportunidad de responder. Disfrutó el gesto y con ojos enamorados observó cómo su novio se alejaba y buscaba lugar a un lado de su parabatai para así juntos poder lanzar miradas sospechosas hacia Kaleem y Clary que acababan de llegar junto al resto. Pese a haber espacio y asientos suficientes para todos, la nueva pareja compartía un sillón individual. No creía alguna vez acostumbrarse a tan rara combinación.

Royalty | Alec LightwoodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora