CAPÍTULO 7

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Una voz masculina hace que abra los ojos, no está hablando, si no cantando una canción que reconozco, aunque no me acuerdo muy bien de su nombre. Delante mía está la pared, y detrás se encuentra aquella voz que perfectamente haría que me cayese de rodillas si no estuviera tumbada en la cama. Me quiero dar la vuelta, pero no encuentro la valentía necesaria para hacerlo. Creo que se da cuenta de que me he despertado, porque la voz cesa y oigo unos pasos acercándose. Unos dedos me rozan el hombro derecho, y me encojo al notar un fuerte dolor recorrer mi brazo derecho. Seguramente tendré un moretón, aunque no recuerdo por qué.

- ¿Estás despierta? Siento haberte hecho daño - me giro hacia "S".

- No te preocupes, no duele tanto - me quito las sabanas de encima y me incorporo apoyándome en las palmas de las manos.

- ¿Por qué estoy aquí? - solo recuerdo haber perdido de vista a Lily y haber bailado con ese chico... ¿cómo se llamaba? Todo me da vueltas y me duele la cabeza tanto que me tengo que tumbar de nuevo.

- ¿Estás bien? - cuando asiento con la cabeza se dispone a contar la historia - Acababa de llegar del trabajo y me iba a dormir, justo cuando empezaba a cerrar los ojos escuché jaleo fuera de la habitación. Me acerqué a la puerta y te vi intentando alejar a ese imbécil, pero como ibas borracha no podías hacer nada. Decidí actuar y le pegué un puñetazo al tío. Cuando fui a por ti ya estabas inconsciente, así que creí que lo mejor era que durmieras la mona.

Me pongo una mano en la cara, no puedo creer el ridículo que hice ayer. Suspiro y espero que el chico guapo que se hospeda al lado de mi habitación no me odie.

- Lo siento mucho, yo... que vergüenza - el chico se ríe y le resta importancia con un movimiento de cabeza.

-No importa, de verdad. Además, mi trabajo no me permite estar mucho con otras personas, necesitaba estar con alguien más de 5 minutos - cada vez me intriga más su trabajo, pero no quiero meterme donde no me llaman.

- Bueno - digo un poco avergonzada. - Todavía no se tu nombre.

El comentario le pilla un poco desprevenido y me mira pensativo.

- ¿Te has olvidado de cómo te llamas? - le pregunto riéndome un poco, aunque empiezo a creer que se ha olvidado realmente de él.

- No, es que...- me empiezo a preguntar si de verdad me lo va a decir o se quedará así para toda la vida. - Me llamo Samuel Miller, aunque me puedes llamar Sam.

Así que el misterioso "S" se llama Sam. No me lo había imaginado con ese nombre, si lo tuviese que acertar nunca lo hubiese hecho.

- Voy a llamar a mi habitación, a ver si ha llegado ya mi amiga, es que no sé dónde está la llave, y encima he perdido mi bolso - salgo de la habitación y pego en la puerta esperando que una resacosa Lily me abra la puerta, pero por más que pegue no abre nadie.

Me vuelvo a la habitación de Sam y le digo algo avergonzada.

- ¿Te importa que me quede un poco más? Es que todavía no ha llegado

- Claro que no, siéntate y pedimos algo para comer - la simpatía de este chico me abruma, nunca deja de sonreír, y cada vez que lo veo me parece más guapo.

- Es que, como te he dicho antes no tengo el bolso y por lo tanto tampoco dinero - me mira y sin perder la sonrisa se dirige a la mesa que hay en el centro de la sala, donde está mi bolso, me lo da y suspiro aliviada.

Le doy un abrazo agradeciendo todo lo que está haciendo por mí, y aunque a él le pilla desprevenido me lo devuelve como si estuviese acostumbrado a darlos, es un abrazo acogedor y de aquellos que te invitan a no moverte ni un centímetro durante un largo rato, pero claro, acabo de conocer su nombre y no sé nada de él, así que me separo y me siento en la cama. Cojo el móvil y escribo a Lily, aunque me queda poca batería, lo dejo en la cama y miro cómo Sam llama a alguien.

- ¿Qué comida te apetece, pizza, comida india, china...? - le miro pensando qué contestar.

- No me importa, pero algo que sea barato, porque me queda poco dinero - él se ríe sin motivo alguno y asiente con la cabeza. Al rato se sienta al lado mía y empezamos a hablar de nuestra vida.

- ¿De dónde eres? - le pregunto intrigada por su acento, ya que me resulta extraño, no creo que lo haya oído nunca.

- Toronto - sonrío ante la respuesta.

- ¿Eres de Canadá? - le pregunto sonriendo - ¿Cómo es vivir allí? Siempre he querido ir, pero nunca se ha dado el caso.

Y tras esa pregunta nos tiramos hablando de Canadá hasta que suena la puerta de la habitación, Sam la abre y aparecen dos personas del servicio de habitaciones que nos traen comida china. Sonrío al ver que Sam ha acertado en la comida y me dispongo a sacar el monedero.

- Deja el bolso en su sitio, no pienso dejarte pagar nada - me dice riendo y cerrando la puerta.

- Es lo menos que puedo hacer después de lo que hiciste ayer - le digo dejando el bolso y dirigiéndome a la mesa para comer.

- No te preocupes más por lo de ayer, cualquiera habría hecho lo que hice ayer.

- Y sin embargo fuiste el único que salió a ayudarme. No te hagas el desinteresado, seguro que quieres algo a cambio, hoy en día la gente nunca hace nada de gratis - me sonríe y se queda pensando un rato, finalmente, después de unos minutos comienza a hablar.

- Vale, te voy a pedir una cosa, pero como amigo, no a cambio de lo que hice ayer - espero, un poco entusiasmada y le sonrío invitándole a seguir hablando. - Quiero que vengas mañana por la noche a un sitio, no te puedo decir dónde, solo que a las 7 estés lista.

Me pregunto por qué es tan misterioso, y cada vez que hablo con él sé que está escondiendo algo, espero que mañana sepa qué es lo que esconde.

Cruce de miradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora