el sabor del infierno.

742 58 24
                                    

prohibido e inhibido, a mi infame
naturaleza
se le mantenía el reino que en su
propia desdicha se vio consumido.
Entre tantos nombres glorificados
y profetas milenarios, a tu favorito rezále
para que en alguno de los paraísos
de mi alma con condescendencia
se apiade.

Pues como si al esconderlo no
brillase el doble, escuché
el coro ronco y fatigado del infierno
clamando mi nombre desesperado, y
como ángel desamparado, a
la estrella del alba vestida como en
el sabido cuento de antaño
mi alma le entregué en un hambriento
acto.

Rocé sus dedos en un eléctrico
y extasiante encuentro, tan peligroso
como el suicida que corteja con la
figura de la capucha negra, tan
exquisito como cuando se llega al
climax y se ruega por más; hechos el
uno para el otro, parecíamos danzar la
misma canción y marcar el ritmo
cuando besé sus
apetitosos labios y con insania,
aprisioné para impedir su marcha.

En una fantástica mordida el
más dulce de los azufres se derritió en
mi boca, y así con desvarío,
mi cuerpo y alma se
proclamaron
suyos.

Aquel remolino era pues, la hambruna
del pobre, el calor agobiante del
incendio,
eras vos,
era yo,
suplicando por un final tardío.

Leí la gula de dominio en los
movimientos de mi propia lengua,
presencié la ignición de la lujuria en
sus dilatadas pupilas.
Saboreé con devoción los cinco
restantes y supe que venían de
su boca.

Entendí, en medio del torbellino
prendido en llamas, que aquel lugar que
tanto atemorizaba a los mortales de
fuerza ínfima, no era un dónde sino
un quién, que el infierno era ella
y que el sabor al néctar de la
manzana provenía de sus viciosos labios.

𝔰𝔬𝔟𝔯𝔢 𝔢𝔩 𝔦𝔫𝔣𝔦𝔢𝔯𝔫𝔬 𝔶 𝔰𝔲 𝔰𝔞𝔟𝔬𝔯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora