buitre

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Mi musa pues, reencarna en los
versos de la canción divina que
nunca dediqué con palabras y
que aún así duele en el alma;
en el lento roce de meñiques que
se convirtió en una escandalosa
tergiversación que el tiempo
sobrevoló,
mas nunca relegó.

Se esconde en el doloroso
clamor de las
tripas implorando alimento.
En la sonrisa introvertida
que resguarda un extasiante
enamoramiento prohibido,
primordialmente reprimido.

Negado de liberar.

Aliento de una buena prosa sobre la 
precaria belleza en la negligente
confidencialidad de un amigo.
Interés perturbado como estro macabro,
que hallo en el poder de lastimar
sin tocar.

Encuentro estrofas sempiternas en
el sonido insolente perteneciente a
la sirena de cuatro llantas que acarrea
tragedia y nadie quiere ver
en su puerta;
en el barullo horrorizado de la multitud
al reparar en los conductos de la
vida abiertos de par en par,
dando paso a su viscosa pasajera como
tinte, tiñendo todo a su paso de un
carmesí que provoca desmayos.

Debo decir pues, que la tragedia
es mi musa.
Transformo la esperanza en
desesperanza.
El bien en el mal.
La sanidad en dolor.
La estabilidad en psicosis.

Encuentro mis mejores versos
en el submundo;
más allá de la muerte.
La miseria es trágicamente
hermosa; me enamoré de la
melancolía.

Y la muerte vestida de blanco me llama.

Me alimento de mi propia desdicha,
catástrofes,
infortunios,
susurros aterradores,
y uno que otro
grito de pesadilla.
Me alimento
del lugar recóndito en
mi mente que la luz no
conoce.

Al que le temo,
así que ciervo,
llámame buitre.

𝔰𝔬𝔟𝔯𝔢 𝔢𝔩 𝔦𝔫𝔣𝔦𝔢𝔯𝔫𝔬 𝔶 𝔰𝔲 𝔰𝔞𝔟𝔬𝔯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora