cigarro.

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Prestá atención porque me dirijo a vos,
cuyos sentimientos fueron mi balón,
no, no fui mala porque tuviese
un mal día, es que tu vida me importa
mucho menos que la mía.
Siempre estoy al borde del colapso,
con la muerte suelo fantasear,
mi mente es gasolina,
vos podrías ser la siguiente cerilla,
por eso sé que no soy alguien con
quien ni yo quisiera estar.

Posiblemente tenga problemas de
adicción pero para olvidar necesito
una estimulación,
debo confesar que me limito entonces
a satisfacer los estragos que mi cuerpo a
todas horas ansía, pues la heroína es
liviana ante las conductas que un
poco de diversión me traerían.

Dejá de llorarme, andá, buscáte una
película para que mis malos
pasos no te distraigan de buscarte
una vida.

No te gusto, a decir verdad, yo
tampoco lo hago. Dicen que soy
egoísta y cruel, que en mis ojos
ya no me ven, pues me deleita jugar
con fuego y correr con
tijeras, meter las manos en donde
no debo y gemir el nombre que
al sacerdote blasfema; se
conjuga en pasado mi verbo abstener,
la queja por mi imprudencia en la punta
de tu lengua sentís crecer, pero
a oídos sordos, ácido es la puerta
al Edén.

Los que buscan salvarme me conocen
tan bien como se conocen las caras de
una moneda herrumbrada,
de los que intentan ayudarme me
mantengo apenada, y te juro que si
alguna vez te di mi palabra que la creyeras
era lo menos que esperaba.

Por eso dicen que soy como los cigarros:
causan muerte y mejor por vos si podés evitarlos.

𝔰𝔬𝔟𝔯𝔢 𝔢𝔩 𝔦𝔫𝔣𝔦𝔢𝔯𝔫𝔬 𝔶 𝔰𝔲 𝔰𝔞𝔟𝔬𝔯Donde viven las historias. Descúbrelo ahora