𝔰𝔬𝔟𝔯𝔢 𝔢𝔩 𝔦𝔫𝔣𝔦𝔢𝔯𝔫𝔬 𝔶 𝔰𝔲 𝔰𝔞𝔟𝔬𝔯

promesas de no olvidar

Alimenta el miedo,
pensamiento a pensamiento,
Melancolía delirante,
cuando se cumpla algún
enemigo de los anhelos.
Cuando, un día de tantos, te cansés
de ponerme flores de distintos
colores y el camino que recorrés
parezca demasiado ordinario y
extenuante;
cuando carezca de sentido
y resulte aburrido.

¿Será entonces el final?
¿te marcharás así sin más?
pues con un
amargo sabor de boca la brisa
gélida de una lúgubre e inhóspita
madrugada
atacará,
tan minuciosa como silenciosa,
a la vela flameante, calurosa,
en tu habitación, y siendo así no
habrán ni quedarán más motivos
para encenderla una vez más,
porque el vacuo tacto ahuyentó
a las polillas e hizo
notoria la preocupante
disminución
del brillo en tus pupilas.

Llegará el día en el que la rutina
se estipulará como monótona y
la foto se desprenderá
del pedestal,
y te perderás entonces en
las mentiras perpetuas
que salvan el alma.
como la mayor
de las ironías, te olvidarás
de las promesas de no olvidar,
y finalmente,
desapareceré entre un polvo
de estrellas que me obligará a
preguntarme
quién soy durante el doble de tiempo
que nos presagiamos mutuamente
un cuento de
nunca acabar.