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En los días más fríos del invierno, a Ohanzee y a mí, nos gustaba sentarnos alrededor de la hoguera para que el abuelo nos contara cuentos y leyendas que, a pesar de haberlas escuchado decenas de veces, siempre ansiábamos volver a oír.

-¡Abuelo! ¡Cuéntanos la leyenda del coyote que mató al gigante!- le pidió Ohanzee.

-¡No, abuelo! Mejor el cuento del Trueno... ¡o la leyenda de Toro Bravo y Nube Azul!- le rogaba yo con entusiasmo.

-Escuchad, o vuestra lengua os volverá sordos- nos repetía el abuelo.

Y es qué, sin duda, la leyenda de Toro Bravo y Nube Azul, era la historia más bonita que jamás había escuchado. Siempre soñé que compartiría mi vida con un hombre al que amaría, y que me amaría, cómo ellos se amaban. Porque desde muy pequeña había decidido que la familia que formaría en un futuro no se parecería en nada a la mía.  

Leyenda Sioux de Toro Bravo y Nube Azul:

<< Cuenta una vieja leyenda Sioux, que un día Toro Bravo, el más valiente de los guerreros, y Nube Azul, la bellísima hija del jefe de la tribu, llegaron a la tienda del anciano sabio de la aldea a pedir consejo.

-Nos amamos- empezó el joven.

-Y nos vamos a casar- prosiguió ella- Y tenemos tanto miedo de perdernos que venimos a rogarle que nos haga un conjuro o un hechizo, o nos entregue un talismán para que nos proteja y nos garantice que estaremos juntos hasta la muerte. ¿Hay algo que pueda hacer por nosotros?

El anciano se emocionó mucho al verlos tan jóvenes, tan enamorados y esperando su consejo con tanto anhelo.

-Habría algo...- dijo el anciano- ...pero no sé si sea un reto muy difícil, pues implica un gran sacrificio.

-¡Haremos lo que sea!- respondieron al unísono los enamorados.

-Nube Azul-dijo el anciano- ¿ves ese monte al norte de la aldea? Tendrás que escalarlo sola, y sin más armas que tus manos y una red, y atrapar al halcón más bello y vigoroso que jamás se haya visto. Si logras atraparlo deberás traerlo vivo el tercer día después de la luna llena. Esa es tu misión. Y tú, Toro Bravo,- continuó el sabio- tendrás que escalar la montaña del trueno y, cuando alcances la cima, deberás capturar, sin hacerle daño, a la más valiente de las águilas, usando sólo tus manos y una red, para traerla el mismo día de regreso de Nube Azul. Ahora, partid- ordenó el anciano.

Los jóvenes se abrazaron con ternura y luego emprendieron su camino, ella al norte, y él hacia el sur de la aldea, para cumplir con las misiones encomendadas.

El día señalado, los amantes regresaron a la tienda del anciano cargando cada uno con el ave que le había sido pedida. Eran, de verdad, unos hermosos ejemplares.

-¿Qué debemos hacer ahora?- preguntó Toro Bravo- ¿Debemos matarlas y beber su honorable sangre?

-No- respondió el anciano.

-¿Debemos cocinarlas y comer su preciada carne?- le preguntó ella.

-No- repitió el sabio- ahora deben atarlas entre sí por las patas con estas tiras de cuero y luego dejarlas para que vuelen libres.

La joven pareja hizo lo que se les había ordenado y soltaron las aves. El águila y el halcón intentaron levantar el vuelo varias veces, pero lo único que conseguían era terminar cada vez revolcadas por el suelo. Después de muchos intentos, irritadas y frustradas por su incapacidad de volar,  las aves empezaron a atacarse con sus picos haciéndose mucho daño.

-Este es el conjuro que me pidieron- dijo el anciano- Nunca olviden lo que acaban de ver. Ustedes son como el águila y el halcón. Si se atan el uno al otro, así sea por su inmenso amor, no sólo vivirán arrastrándose, sino que terminarán lastimándose inevitablemente. Si quieren que su amor perdure, vuelen juntos, pero jamás atados. >>

Mi amado OHANZEEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora