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Jongdae había sido todo, llegando una mañana de primavera en abril, más de cuatro años atrás, con su sonrisa brillante y el cabello negrísimo haciendo sonar la campanilla de la entrada a pasos relajados, vistiendo pantalones rotos y una camiseta estampada, sentándose en una mesa para dos pegada a la ventana y riendo escandalosamente mientras veía algo en su móvil. Ese era Jongdae, de miradas cándidas y alegres. Todo en él vibraba. No parecía un chico muy presuntuoso, ni muy arrogante, tampoco muy humilde, solo parecía él mismo. Y al pasar el tiempo Minseok sintió curiosidad por el muchacho esbelto y risueño que se sentaba en el mismo lugar dos veces a la semana, con sus tenis, sus jeans y sus chaquetas.

Pero ahora Minseok solo tiene el recuerdo de lo que fue, de los días pasados con él.

Recuerda que era junio cuando decidió dirigirle más de dos palabras para pedir su orden, que ya sabía de memoria, y en vez de eso preguntarle su nombre y tener una charla corta, recuerda su sonrisa gigante como la de un gato, y sus ojos brillando de una manera que no entendió en ese momento pero que vio muchas veces después. Pasó una semana de eso, una semana con conversaciones pequeñas sobre capuchinos antes de que empezara a sentarse en el lugar vacío frente a él luego de despachar a todos los clientes, conversaban durante horas largas de cosas que, había pensado antes, jamás le interesarían, pero con Jongdae era así, todo fluía ligero y genuino, y se vio a si mismo sonriendo cuando julio llegó y las visitas de dos veces por semana se transformaron a diarias.

Jongdae tenía diecinueve años, dos hermanas, estudiaba Interpretación musical en la universidad de artes que quedaba a un par de manzanas y era el tipo de chico al que todos los profesores expulsaban de su salón alguna vez por sus bromas pesadas, pero no era de juzgarlo, no, porque en realidad, Jongdae le demostró ser bastante inteligente, enseñándole a él, cuatro años mayor, cosas de la vida que jamás podría haber notado por si mismo.

Jongdae amaba los días de verano porque hacía calor y así podía lucir su, y cita, sensual cuerpo, le gustaba el café con leche porque no era ni dulce, ni simple, ni amargo, sino todo a la vez, como solía decir que era la vida, le encantaba la luna menguante porque significaba que crecería nuevamente, prefería a los chicos porque decía que eran más pasionales, amaba el olor del césped, cuando llovía disfrutaba de mirar por la ventana el mundo que pasaba, decía que los sentimientos se veían más claros en esos momentos, gustaba más de las flores pequeñas que rodeaban las flores grandes, y tenía una extraña fijación en las formas de las nubes. Conversaban días enteros sintiendo el roce de sus manos entre sí, intercambiando miradas cargadas de electricidad y sonrisas que significaban más.

Los meses pasaron más rápido de lo acostumbrado y pronto el otoño llegó en tonos naranjas, Minseok amaba el otoño y fue un día de septiembre que decidió cerrar la cafetería y salir con Jongdae por ahí, fueron a un parque y pasearon entre las hojas marrones que caían a su alrededor, no era la primera vez que Jongdae le tomaba la mano, pero ese día se sintió diferente, con sus dedos entrelazados no pudo evitar sonreír todo el tiempo porque tal vez, solo tal vez, Jongdae le gustaba un poco.

- ¿Tendremos una siguiente cita? - le había preguntado al dejarlo en la puerta del bloque departamental en el que vivía a pocas cuadras de su cafetería con la noche caída hace un par de horas.

Había sido una cita, se dio cuenta, y no pudo sentirse más feliz en ese momento y sonrojarse hasta las orejas aunque no entendiera del todo la razón.

- S-si tú quieres. - se sintió tonto al tartamudear.

Pero Jongdae le sonrío y se inclinó para besarlo en la frente antes de murmurar "claro que sí" y su aliento le rozó la piel causándole escalofríos.

Salieron más veces durante el otoño, a tomar helado a pesar de las corrientes de viento porque ya bebían demasiado café mientras Jongdae le acariciaba el brazo de manera sutil , a cumplir el cliché del parque de diversiones, el cual no resultó tan cliché al final, otra tarde fueron a pasear por las calles del centro con Jongdae pasándole el brazo por los hombros y un día terminaron tomando café, porque bueno, era algo que debían hacer; siempre se despidieron con besos en la frente, en los nudillos, en la mejilla, en los párpados y sonrisas tontas. Fue en su sexta cita un día de octubre, en el cine, mientras veían una película policial que disfrutaron casi completa con sus manos entrelazadas que Jongdae, en medio de una balacera, decidió besarlo; soltó su mano causándole un pequeño susto, solo para tomar su barbilla y acercarlo a él, primero fue un roce suave, como pidiendo permiso, para finalmente besarlo con ganas, lento, profundo, y Minseok puso todos sus sentimientos en ese beso, rodeándole el cuello con los brazos y jugando con los cabellos de su nuca, porque sí, Jongdae le gustaba mucho, muchísimo. Esa noche en la puerta de su bloque sí lo despidió con un beso en los labios y cuando estaba a varios metros regresó para darle otro, y al separarse lo vio unos segundos antes de besarlo otra vez, no sabe cuánto tiempo estuvieron así, incapaces de separarse por completo, tal vez fueron minutos, o tal vez fueron horas hasta que finalmente Jongdae se alejó caminando de espaldas y agitando su mano mientras se mordía el labio inferior, rojo e hinchado, como seguramente estaban los suyos también.

Durante los dos días siguientes Jongdae no apareció en la cafetería, ni lo llamó, ni siquiera le envió un mensaje y no pudo evitar asustarse un poco y pensar que tal vez había obtenido lo que quería y se había aburrido. Sin embargo, al tercer día llegó un poco antes del atardecer con el cabello extrañamente peinado hacia atrás con mucho gel, un traje formal, zapatos lustrados y una sonrisa nerviosa rara de ver en él. Le pidió que cerrara la cafetería un momento y entrelazó sus dedos para guiarlo por las calles, subieron por el ascensor a la terraza vacía de un edificio bastante alto que quedaba a tres cuadras y él solía ver desde su negocio y ninguno dijo nada mientras miraban la ciudad desde las alturas hasta que el sol empezó a caer.

- Min, sé que tal vez esto sea demasiado, pero quería hacer algo especial para ti. - empezó Jongdae con voz bajita. - ¿sabes? La primera vez que fui a tu cafetería fue pura casualidad, pero cuando regresé fue porque no pude dejar de recordarte durante dos días y me parecía tonto creer que me gustabas así que decidí volver, luego de eso quise regresar de nuevo, y una vez más, y muchas veces después de esa también, sólo para verte y escuchar aunque sea dos simples palabras saliendo de tus labios, entonces pensé que todos los días era demasiado y me creé la rutina de dos días a la semana. - Minseok volteó el rostro para observarlo, concentrado y fascinado en sus palabras. - y cada vez que estaba a punto de iniciar una conversación contigo, porque en serio quería conocerte, me asustaba el que tal vez yo no te agradara de la misma manera. Gracias por haberme hablado por primera vez, por ser mi amigo, Seokie, gracias por dedicarte a escucharme y permitirte hablarte porque Minseok, te digo con seguridad hoy - en ese momento pequeñas luces iluminaron el borde del balcón dándole un ambiente mágico al lugar con el sol casi completamente oculto frente a ellos. - que te quiero. Asi que, - se alejó un poco para recoger algo del suelo y cuando se volvió a acercar Minseok pudo ver un pequeño paquete y fue inevitable emocionarse. - eres lo más bonito que me ha pasado y quiero preguntar ¿Serías mi novio? - le entregó el paquete con manos temblorosas.

Minseok sonrió nervioso mientras lo abría rápidamente y casi lloró cuando vio lo que había dentro. Eran dos cadenas plateadas, no era nada muy impresionante, ni muy grande, pero a Minseok le encantaba porque era Jongdae quien se lo había regalado y en la medalla de cada una estaba tallado un corazón justo entre una J y una M y toda la situación era perfecta, con la pequeñas luces amarillas rodeándolos, el sol perdiéndose en el horizonte, las primeras estrellas apareciendo y Jongdae, su precioso Jongdae con las mejillas teñidas de rosa y la mirada brillante en todos lados. No está seguro de cuánto tiempo se quedó en silencio, acariciando las medallitas con sus dedos, mirando el bonito rostro del chico frente a él apenas iluminado y preguntándose a quién diablos había salvado en su vida anterior para merecer esto porque era demasiado perfecto.

- ¿Min? - murmuró bajito Jongdae, tal vez un poco asustado de recibir una respuesta negativa. - ¿Aceptas?

Pero Minseok tenía un nudo en la garganta y ni siquiera encontraba palabras, así que se adelantó los pasos que los separaban, cerró una de las cadenas en el cuello de Jongdae y sin mover las manos de su nuca lo acercó a su boca para besarlo, el otro pasó los brazos por su torso atrayéndolo más, sonriendo.

- ¿Debería tomar eso como un sí? - susurró demasiado cerca, y Minseok estaba tan perdido y encantado que solo pudo asentir antes de besarlo de nuevo.

Lleva la cadena puesta desde esa noche en la que conoció también a Chanyeol y Baekhyun, novios entre ellos y compañeros de Jongdae, que habían estado todo el rato escondidos entre cables dentro de la pequeña bodega que se encontraba en una esquina, y habían sido los encargados de conectar las lucecitas, hasta que dos horas después de escucharlos besuquearse y congelarse un poco por lo frío de la noche decidieron gritarle a su ahora novio que los sacara de ahí.

Días pasados » ChenMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora