4 - dejar ir

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El tiempo pasó rápido pero, de alguna manera, tortuosamente lento. Cada beso y cada abrazo se sentía como si fuese el último, cada vez que hacían el amor se sentía de una manera tan intensa que hasta dolía, cada caricia quemaba. Algunas noches, ambos lloraban mientras se miraban fijamente, intentando memorizar las facciones del otro. Algunos días eran silenciosos y extraños.

Sin embargo Jongdae era Jongdae y haría cualquier cosa por ver sonreír a su hyung. Le llevó ese café extraño que tanto le gustaba un día, a pesar de que le costó un ojo de la cara; otra tarde, mientras estaban en la cafetería, al ver que estaba un poco desocupado cruzó al otro lado de la barra y empezó a hacerle cosquillas, la risa de Minseok era tan dulce que podría morir escuchándola; una noche le enumeró cada parte de él que le gustaba y las incontables razones por las que estaba enamorado; un lunes por la mañana le pidió que le enseñara a hacer esos dibujitos bonitos en el café espumoso, y Minseok le corrigió muchas veces por su nombre oficial que sigue sin recordar. Y aunque el mayor se distrajera un poco y sonriera con cada acto de Jongdae, no sacaba del todo ese pensamiento que lo rondaba últimamente, un pensamiento que lo asustaba demasiado.

Jongdae había comenzado a hacer los trámites para su partida; reclamar el pasaje de avión que habían reservado para él, ir a la embajada, sacar su visa, hablar en su universidad para la homologación de sus calificaciones; y con cada día que pasaba la idea de Jongdae volando lejos se volvía más un hecho.

Y Minseok debía dejar ir.

- Dae – susurró por la noche de un sábado, a un mes del vuelo de su novio.

- Dime, amor.

- Terminemos.

Jongdae lo miró, preguntándole la razón, y Minseok le explicó con voz quebrada y ojos llorosos que lo amaba, que lo amaba muchísimo pero que no se creía capaz de soportar la distancia, que lo amaba tanto que no se quería arriesgar a que todo ese amor se convirtiera en desprecio, en odio o decepción, que prefería dejarlo ahora antes de derramar lágrimas de dolor por él, que quería, aunque sea, guardarlo como un bello recuerdo en su corazón, un recuerdo que lo hizo inmensamente feliz. Jongdae le dijo que si terminaban, no volvería a Corea, que él era lo único que lo ataba a ese país. Minseok sonrío mientras la primera lágrima rodaba por su mejilla.

- Terminemos, Jongdae. – lo miró a los ojos. – ve y cumple tus sueños

Hicieron el amor por última vez. Fue dulce y desesperado, Jongdae repetía entre lágrimas que lo amaba mucho y Minseok, sin dejar de llorar, le pedía perdón. Cuando acabaron, cobijados por la noche, el mayor prometió que lo esperaría a pesar de todo, que lo querría sobre los años que pasaran y que lo amaría con la misma intensidad aun si miles de millas los separaban, Jongdae le dijo que no tenía por qué, que no debía. Pero Minseok quería hacer eso, amarlo hasta el último de sus suspiros.

Cuando el menor se levantó a la mañana siguiente las cosas de su ahora ex novio ya no estaban, él tampoco.

No se vieron más.

El siguiente mes pasó extraño, Minseok sentía el aire pesado y el pecho oprimido, pero aguantó, con las manos y la mente ocupada en cualquier cosa que no fuese su amor, lloraba cada noche, sí, y dolía como el infierno, pero Luhan estaba ahí para él, sosteniéndolo. Seguía manteniendo mucho contacto con Baekhyun pero nunca hablaron de Jongdae.

Una soleada tarde de mayo Chanyeol y Baekyun entraron a su negocio con sonrisas temblorosas, le contaron que Chen, como ellos le decían, se había ido y que esperó hasta el último segundo a que él apareciera. Minseok se sentía feliz, porque el amor de su vida iba a llegar lejos, a ser alguien grande, pero se sentía tan miserable a la vez, tan solo. Los chicos pasaron el resto del día con él, intentando subirle el ánimo, en un par de horas se unió Luhan, y pasaron la noche en su casa, probablemente preocupados de que se ahogara en la bañera o cortara sus venas hasta desangrarse, porque ellos habían visto y sabían que tan grande era su amor por aquel chico de chistes malos y personalidad extraña y que de una u otra manera, no podía vivir sin él.

No supo más de Jongdae, terminó el verano y el otoño pasó entre recuerdos, caminando nuevamente por cada sitio al que había ido con su chico, pronto el invierno lo llenó todo de frío, pero esta vez no tenía unos brazos que lo cobijaran ni unos labios cálidos que lo besaran bajo la lluvia. En navidad se divirtió un poco con los chicos y recibió el año nuevo prometiéndose a si mismo convertirse en alguien mejor. 

Días pasados » ChenMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora