||Capítulo 2||

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«7 billones de sonrisas y la tuya es mi favorita»

El timbre sonó anunciando el termino de la clase de Literatura y el comienzo de la hora del almuerzo, camino con la mirada baja hasta el salón de matemáticas. Por lo regular él siempre almorzaba en ese salón, siempre estaba vacío y quedaba cerca del salón donde era su siguiente clase.

Sus mejillas tomaron un color rosado y una sonrisa adorno su rostro al recordar lo que había pasado en su primer clase, que había sido la de matemáticas. Miro la palma de su mano y dejo una suave caricia donde antes había dos palabras que habían sido sus compañeras desde hace varios exámenes y años atrás.

Doblo en un pasillo y apartó su flequillo con sus dedos, mordió su labio inferior al momento de llegar frente a la puerta y soltó un suspiro silencio, su corazón estaba desbocado y no sabía la razón, siempre hacia lo mismo, era su rutina de todos los días. Dió vuelta a la manija empujando la puerta y entró, dándose cuenta que no había nadie, camino hasta el fondo del salón y tomo asiento sobre el frío suelo.

Abrió el cierre de su mochila y sacó un paquete de plástico que contenía su almuerzo, era un emparedado partido a la mitad, en forma de triángulo y seguido de eso sacó una botella de jugo de naranja. Quizás y él tenía acciones que eran de un niño de primaria y no para alguien que cursaba el bachillerato pero, así era él. Siempre había sido débil y tímido.

Escucho como alguien abría la puerta y el resonar de unos zapatos llamo su atención. Ahí de pie frente a él estaba el Profesor Harry, los colores se le subieron al rostro en el momento que el rizado le daba una sonrisa y caminaba a el a paso tranquilo.

—Hey, Tomlinson— Murmuró el chico de ojos verdes y tomo asiento a su lado.

—P-profesor Harry...— hablo él en un hilo de voz, bajo su mirada apenado y se dispuso a jugar con sus dedos.

—¿Almorzando? — Preguntó el rizado y alzó una ceja tratando de hacer contacto con los ojos marinos del castaño.

Miro sus dedos con demasiada atención y se negó a alzar la mirada, un leve movimiento de cabeza fue su respuesta.

—¿Puedes mirarme?— pregunto con la voz suave y se acercó más al castaño, su pierna rosaba con la contraria. Dejo una de sus manos sobre el muslo del menor y sonrió.

¿Por qué estoy tan nervioso? Diós, su cabello es hermoso.

Alzó su mirada y sus ojos marinos chocaron con los esmeralda de su profesor, una pequeña sonrisa salió de sus labios.

—¿Qué tal las clases? He escuchado que la profesora de Literatura es un tanto exigente— la voz del mayor era totalmente distinta a la que ocupaba cunado estaba en su papel de profesor. Está voz era suave y delicada, proporcionaba paz y tranquilidad. Eso hizo que él tuviera un poco más de confianza.

—Bien... — titubeó un poco y tomó el pequeño paquete de plástico que contenía los dos trozos de emparedado.

—¿Siempre pasas aquí el almuerzo? — pregunto y él asintió con la cabeza. Destapó el paquete y sacó uno de los dos triángulos, él otro solamente lo acercó​ a su profesor, ofreciendo que tomara lo que quedaba del emparedado.

— ¿Para mí? — preguntó el chico de ojos verdes reflejando tintes de sorpresa en ellos, debido a lo que él chico hacia.

Él solamente mordió su labio asintiendo y una vez él rizado tomo el emparedado deje el paquete sobre el suelo, dió una pequeña mordida a su almuerzo y escucho como el rizado volvía a hablar.

—Definitivamente, este será mi lugar para almorzar todos los días y espero que tú estés siempre para acompañarme— abrió sus ojos de golpe al escuchar los que el mayor dijo y sus mejillas se cubrieron de un color rosado.

Hasta La Raíz ||Larry Stylinson||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora