Capítulo 13, parte 1.

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ARIADNA.

«Mientras tú y tu hermano a sus ocho años en lo único que pensaban era en disfrutar de lujos y en ser simplemente niños... tu madre aprendía a matar con sus propias manos.»

—Ariadna...

«No digo que Dakota sea perfecta, está fuera de serlo. Pero debe de ser fácil para ti creer que tienes el derecho de juzgar a la imperfecta de tu madre... y no es de extrañar. Porque a ti nunca te faltó nada, ni siquiera amor de tu propios padres, porque aunque es verdad que Dakota no estuvo contigo cuando más la necesitabas siempre se encargó que Wyatt y tú estuvieran seguros, su mafia; ésa que tú tanto odias, de muy pequeña se encargó de vigilarte las veinticuatro horas del día, se encargó de arreglar los problemas que aparecían ante ustedes. Y está bien que te sientas como te sientes ya que no lo sabías, ¿pero sabes? Nuestra madre no importa la clase de persona que fue y es, es nuestra madre y es algo que no podemos cambiar.»

—Ariadna... ¡Oye, Ariadna!

Aturdida y un poco sobresaltada, le doy rápidas miradas a mi alrededor, reconociendo el interior de la camioneta y la voz ronca de Grant. Con el pulso acelerado y todavía aturdida, pongo mi mirada en aquellos ojos oscuros que no dejan de verme minuciosamente, sin perder detalle de mi expresión.

—¿Qué pasa? —frunzo el ceño desconcertada, casi como un reflejo del nerviosismo que trato de ignorar, mi pierna izquierda empieza su odioso tick.

—Nada. Es sólo que... —se detiene, frunce el ceño mucho más y sus ojos oscuros adquieren cierta intensidad que no hace sino aumentar mi nerviosismo—. Hemos llegado a la mansión hace unos cinco minutos.

De inmediato ladeo mi cabeza, verificando lo que él dice. Parpadeo avergonzada al ver a los guardaespaldas que mi madre había enviado al bar de Helen, esperarme en la entrada del porche. Quién sabe qué deben de haber pensado al ver que tengo cerca de cinco o más minutos de estar sentada todavía en la camioneta junto a Grant. Y como si mi aturdimiento por todo lo sucedido en el bar de Helen no fuera suficiente, por alguna razón empiezo a sonrojarme cuando a la mente se me vienen pensamientos de los más vergonzosos e imágenes igual de estúpidas. Como el hecho de que Grant  estuvo viéndome fijamente por más de tres minutos, así como no sé el tipo de expresión que habré hecho en todo ese tiempo.

¡Por Dios, Ariadna! ¿Y a ti qué demonios te importa?

Cierro mis ojos por unos segundos. Maldiciéndome mentalmente, tomo una buena bocanada de aire y pongo mi mejor expresión indiferente; aunque mi interior sea un completo desastre.

—Tienes razón —rio con cierta falsedad, ni siquiera menciono la mueca que hago pasar por sonrisa—. Tengo tantos trabajos y exámenes en los que pensar que simplemente me distraigo muy rápido.

Grant no cambia la seriedad de su atractivo rostro, sus ojos negros me observan tan fijamente que no hacen sino aumentar —en cada silencioso segundo— mis ya destrozados nervios. Me remuevo incómoda y trato de buscar una buena excusa en mi mente, pero al final simplemente opto por lo más sabio; escapar.

—S-Si bueno, estoy muy cansada, gracias por traerme. Nos vemos, Grant.

Con movimientos rápidos me saco el cinturón, tomo la correa de mi bolso y me lo cuelgo con torpeza al hombro, rápidamente busco la manilla de la puerta para salir de la camioneta pero cuando la encuentro y abro la puerta, una mano toma con un poco de fuerza mi brazo. Trago saliva y casi puedo escuchar el latir desenfrenado de mi corazón. Ambas manos, la que sostiene con fuerza la manilla de la puerta y la que prácticamente se encarna la correa del bolso por lo fuerte que la sostiene; empiezan a sudar, claramente dejándome entrever que mi nerviosismo aumenta un poco más.

Hija De Una Mafiosa © [#2 MORTEM]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora