3. Alana

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Era miércoles, y Alana había pasado al supermercado después de clases. Leonor y ella se turnaban para hacer las compras.
  Les faltaban hartas cosas, (la pizza añeja ya era prueba suficiente de la falta de comida) por lo que tomó el metro hasta el centro de la ciudad. Encontró el supermercado en donde su madre compraba después del trabajo. Era diseñadora de vestuario, y trabajaba para una pequeña compañía de ropa alternativa para eventos. Alana sonrió al pensamiento. Su familia era.. peculiar. Cómicamente peculiar. Eso le agradaba.

Al salir del supermercado con dos grandes bolsas de tela que le habían costado dinero, ya que la antigua se había roto, un gato le saltó encima. Bueno, no a ella, si no a una de las bolsas.

Un niño que no podía tener más de quince se acercó con aire despistado.

– Lo siento. No es mi gato.

Usaba una polera de una película que le gustaba a Alana, y parecía seguir el hito a la ropa negra tanto como ella, a diferencia de que andaba trayendo vans. Buena elección, pensó ésta.

Su comentario le causó gracia.

– ¿Seguro que no lo es? – sonrió.

El desconocido parecía confundido.

– Creo que si tuviera un gato, lo sabría.

– ¿Entonces por qué te disculpas?

Se quedó pensando. El animal había salido de la bolsa y ahora se rascaba en las vans del chico.

– De todas formas, parece bastante tuyo.

Alana soltó una última risita de burla ante lo atónito que había quedado, ahí plantado en medio de la vereda.

– Buena película. – añadió.

Con eso, Alana se marchó.

Dejando al individuo del gato pegado en la acera.

El Club de las Zapatillas NegrasWhere stories live. Discover now