Capitulo 4:

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- ¡Kenma, vamos! - Vociferó Kuroo parado sobre los restos de un tronco. - No te quedes atrás, es por aquí.

- Kuro, espera... - Kozume trataba de seguirle el paso a Tetsurō, quien por momentos desaparecía entre la maleza y luego volvía solo para arrastrarlo con él.


El menor estaba cansado y acalorado, además de que la humedad en el ambiente atraía mosquitos y eso empeoraba las cosas. Habían caminado al menos una hora bajo el ardiente sol, siguiendo una vieja ruta que Kuroo había encontrado tiempo atrás, pero que no quería recorrer solo y por eso había arrastrado a escondidas a Kenma.

Kenma tenía estrictamente salir sin supervisión. Kuroo lo sabía, su madre e incluso la madre de su amigo se lo habían mencionado un par de veces, pero también sabía que Kenma quería salir. Se lo había confesado una vez en donde el mayor le contaba historias sobre lo que hacía al salir de clases o entre horas con sus compañeros de la escuela antes de visitarlo, y de cómo se divertían jugando en el parque o explorando el bosque en el que estaban ahora.

Esa fue la primera vez en la que Kenma sintió celos de los demás niños. Sabía perfectamente la razón por la que no se le permitía salir y lo entendía, pero era no era justo, no era justo que los otros niños pudieran jugar afuera libremente, no era justo que él tuviera que pasar en resto de sus días confinado a su habitación, no era justo que le arrebataran la vida de esa manera.

Por eso, en un arranque de honestidad le dijo a Kuroo que le gustaría jugar afuera algún día, como el resto de los niños. La sonrisa de Kuroo no se hizo esperar y desde ese día comenzaron a planear su pequeña aventura.

La noche del viernes la señora Kozume informó que saldría temprano al siguiente día para arreglar una cita médica en otro estado. Kuroo vio ahí la oportunidad de cumplir con el deseo de Kenma y al siguiente día apenas 20 minutos después de que la mamá de Kenma saliera, el dúo de infantes se escapaba por una ventana en la cocina del primer piso.

Kenma cumplió su sueño de salir y ahora empezaba a arrepentirse.

El calor era insoportable, al menos para él ya que a Kuroo no parecía afectarle tanto. La hierba hacia que sus brazos y piernas picaran. Tetsurō lo había metido a una especie de bosque y desaparecía entre los arboles más de lo que a Kenma le gustaría.


- Estoy cansado... - habló al aire, dejando de caminar.


Con sus pies doliendo y sin rastros de Kuroo, Kenma se sentó bajo la sombra de un árbol. Tenía sed y no podía satisfacerla pues su "amigo" tenía la mochila con las provisiones que prepararon al salir.

Cerró los ojos por unos segundos, tanto por el cansancio como para prestarles mayor atención a los pájaros que cantaban sobre y alrededor de él. Si quitaba el calor debido al fuerte sol, los insectos tratando de comérselo, la humedad, el completo desconocimiento de donde se encontraban y la picazón en su cara, cuello y cualquier lugar que no estuviera cubierto por la tela de su ropa... Aquel lugar era hermoso.

La luz matutina le brindaba un brillo casi de fantasía a todo el espacio, con árboles que se elevaba hasta el cielo y flores de tantos colores que incluso llegaba a desconocer algunas tonalidades. El rocío sobre las piedras, arbustos y vegetación en general resplandecía como si fueran perlas y los olores naturales inundaban todo, desde tierra mojada hasta flores, pasando por un par de plantas que emitían un olor bastante peculiar.


Aparte de los asquerosos insectos chupasangre también habían animales bonitos como mariposas revoloteando de un lugar a otro, pájaros en las copas y ramas de los árboles o conejos que solo vió de lejos, porque Kuroo al tratar de capturarlos los espantó.

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⏰ Última actualización: Aug 16, 2017 ⏰

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