Capitulo 3:

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Los días pasaban y Kuroo seguía cumpliendo su promesa, regresando días tras día a la casa de Kenma quien sin notarlo, había comenzado a esperar con ansias las tardes porque era el momento del día en el que su vecino llegaba y le leía un capítulo de una historia que ya había comenzado a gustarle, pero era esa razón la que le había generado el temor de lo que pasaría cuando el libro llegara a su fin, ya que con eso Kuroo no tendría más razones para visitarlo.


Sin embargo pese a sus pesimistas ideas, ese día iba a traer algo nuevo con él. Era normal que Kenma se hiciera un ovillo en la puerta cubierto con varias sábanas y almohadas unos 10 minutos antes de que Tetsurō llegara, lo hacía para escucharlo mejor y a la vez mantener el calor y estar cómodo en el suelo, por otro lado, Kuroo había tenido que acostumbrarse a llevar ropa abrigada debido a la época y que a pocos metros de la habitación de Kozume se hallaba la única ventana del pasillo, por lo que se encontraba la mayoría del tiempo abierta y era la culpable de todo el frio que solía hacer en el corredor, no obstante esta vez se encontraba cerrada y aunque eso supondría menos frio, por culpa de las condiciones climáticas de la zona ese no era el caso. Afuera ocurría una fuerte tormenta, la más fuerte de lo que iba de año según una noticia que oyó del televisor de la casa.


Las gotas parecían pequeñas piedras que impactaban en las ventanas y el techo, finalmente desintegrándose y uniéndose unas con otras para formar grandes charcos del líquido fuera de la vivienda. Los truenos, aunque escasos, lograban escucharse a la distancia. A ambos niños les asustaban los truenos, a uno en mayor medida que al otro, pero ambos se alertaban por igual y solo podían esperar que la tormenta pasara pronto.


La señora Kozume en vista de eso se ofreció varias veces en llevar a Kuroo de regreso a su casa, pero éste siempre se negaba e insistía en que estaba bien, la mujer no podía hacer nada en contra de la persistencia del infante, por lo cual terminó llevándole una frazada para que se resguardara del frio. También estaba preocupada por su hijo; Kenma. Sabía lo nervioso que se ponía en esa clase de climas, pero de nuevo, la impotencia la atacaba al recordar que en esa clase de circunstancias Kenma solía cerrarse aún más ante ella o cualquiera, llegando al extremo de bloquear su puerta por dentro y ante cualquier intento de la mujer por entrar el pequeño se ponía peor, por lo que ella solía ocupar el papel que ahora tenía Tetsurō al estar del otro lado de la puerta, la diferencia es que ella estaba ahí escuchando sus sollozos y hablando para tratar de consolarle. Pero para su sorpresa Kenma no lloraba, no podía escuchar mucho desde la sala y la fuerte lluvia golpeando contra su techo distorsionaba aún más el sonido, pero lograba diferenciar los murmullos de Tetsurō, su hijo era bastante malo para ocultar su llanto entonces estaba segura que lo notaría y conociendo un poco a Kuroo no se quedaría leyendo con tal tranquilidad si escuchara llorar a Kenma.


Kuroo por su parte continuaba con los intentos de mantenerse tranquilo en su sitio, lo estaba logrando muy bien hasta que un destello iluminó todo el pasillo, sus ojos se abrieron con una mezcla de sorpresa y miedo reflejándose en ellos y a los pocos segundos llegó el sonido, retumbando en sus oídos a la vez que recorría toda la casa. Tiró el libro a un lado y cubrió sus oídos con fuerza. El trueno había caído tan cerca que pensó en correr hacia el cuarto de sus padres, pero pronto recordó que no se encontraba en su casa y que debía ser valiente. Odiaba que los truenos consiguieran asustarlo, Kuroo pensaba que los truenos eran una clase de entidad nacida para asustar a los niños, pues su luz se presentaba primero y cuando pensaba que ya había pasado lo peor el trueno gritaba al verlo desprevenido, y Tetsurō con su mente de niño no se explicaba como hacia aquello salvo por la especulación de que simplemente los rayos eran malvados.

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