four years

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Tormentoso. El invierno en Rusia es el más tormentoso de todos. No lo deja pensar claramente, ni respirar adecuadamente, sólo embiste su cuerpo con hileras de colmillos antipáticos frenéticos.

"Que chiste de mierda" escupe varado en la tormenta de escarcha. Él, el mismísimo tigre de Rusia, era abatido por el clima que tan bien conoce. En el que impuso un imperio como prodigio y llegar a la cima de la gloria bañada en oro, incluso más lejos que Víctor, más lejos que nadie.

A un costo demasiado elevado, un devastado castigo en cadenas de oro.

La ambición lo cegaba en los últimos años de su inmarcesible carrera, ganar la Grand Prix Final en la senior y en su maravillosa adolescencia solo fue el comienzo de un efímero sueño. El reconocimiento, las oportunidades y el indiscutible talento abrieron miles de puertas a un chiquillo de únicamente quince inviernos, estuvo en la cumbre del mundo, dominaba la pista de hielo como el tigre que era, a diestra y siniestra se regocijaba en dotes y medallas que aumentaban el hueco ambicioso de todo hombre en plena histeria.

Quería más y le fue sencillo cruzar por sobre todos para ganarse su puesto, era hilarante pensar en perder.

— Esto no es lo que quieres. —le dijo una vez Víctor durante la gala del GPF—. Al menos no de ésta manera.

A Yuri las palabras lo encabronaron, ese viejo cadáver se creyó con todo el poder de decidir por él. El alcohol que bebió en su momento empeoro aún más su charla con su compatriota.

— Cierra la puta boca, Nikiforov.

Él no se sorprendió o eso recuerda Yuri entre burbujas de champagne, sólo lo miro con pena y agrego las peores palabras que él quiso escuchar.

— No dejes de tomarle importancia a lo que te rodea, Yuri.

Esa noche termino con aquel retirado patinador de treinta y tres años entregándole un sobre blanco con su nombre en letras doradas. Esa noche termino con la nueva inefable leyenda viviente ahogándose a gritos en su habitación del hotel mientras sostenía rabioso el sobre blanco abierto.

Sobre él recitaba, en una fina y bonita caligrafía que emanaba una asquerosa felicidad, que era cordialmente invitado a la boda de su compañera rusa olvidada en su país.

La de ella y Otabek.

Su primer amor.

La garganta se le atora en un gemido y se niega a seguir recordando a plenos colores lo que sucedió después, la perceptible felicidad de su amigo al por fin hablar con él, el revuelo de los medios por el compromiso, las llamadas para un rencuentro doloroso y una verdad que negaba a rabia suelta.

No quería llorar de nuevo.

No quería porque sabía que era su culpa ¡mierda, que si la era! Por preocuparse únicamente en sí mismo e inflar su ego con medallas que perdían valor, por evadir las reuniones y conversaciones con aquellos lejanos patinadores para enfocarse en lucir bien en las entrevistas, por olvidarse que existía una vida diferente a la del hielo y la gloria, la que Víctor le advertía no hacerlo.

Le dolía reconocer que Víctor tenía razón, y tanta por haber pasado por lo mismo de no haber sido por Yuuri.

Se ríe desganado. Él tenía a Otabek siempre a su lado, por teléfono cuando regresaban a sus naciones y por largos paseos juntos cuando lograban verse, fue inevitable enamorarse de él en sus plenos dieciséis años tras escaparse a un bar nocturno en su cumpleaños. Otabek le había dedicado una de sus mezclas, lo comprendió en ese instante cuán importante era él para Yuri, le avergonzaba pero comprendía el sentimiento de aferrarse a esa persona que describía Yuuri. Ese amor, devoción, ágape.

Don't wanna cry // Otayuri oneshoot Donde viven las historias. Descúbrelo ahora