Leia te recoge temprano en la puerta de tu casa. Subes a la motocicleta detrás de ella y te agarras al asiento. No es la primera vez que lo haces, y Leia siempre te ha dicho que eres un buen paquete porque no desestabilizas la moto al sujetarte así y no tambalearte.
–Sujétate a mi cintura... No sea que vayas a caerte.
Frunces el ceño, pero lo haces. Entiendes que Leia te está pidiendo un abrazo, a su manera. No le gustan las muestras de afecto, pero tampoco sentirse sola.
Estar sola sí, sentirse sola no.
Además, no la estás abrazando. Sólo te sujetas a su cintura para no caerte. Como cualquiera en una moto.
–¿Cómo estás? –le preguntas.
–Bien, como siempre. ¿Y tú qué tal, puta?
–Bien.
–¿Y tu novia?
Suspiras.
–No hablemos ahora de eso...
–¿Volviste a hablar anoche con ella?
–La llené de mensajes... Pero nada.
–Bueno. No te preocupes. Todo va a ir bien.
–¿Cómo lo sabes si no sabes lo que le pasa?
–Porque eres tú. Todo te acaba saliendo bien siempre. Además... le pregunté a Sam.
Asientes, aunque ella no pueda verte. Apoyas la cara en su camiseta.
Leia aparca cerca del ginecólogo y espera a que bajes antes de hacer lo propio. Te ayuda a quitarte el casco y lo guarda bajo el asiento. Después se quita el suyo, dejándose los guantes de cuero negro abiertos que van hasta la mitad de sus dedos.
–¿No te dan calor?
–¿Sabes eso de que haces un gesto, como acariciarte la muñeca, siempre que estás en una situación agradable para usarlo como calmante en una situación desagradable?
–Sí.
–A mí me gusta montar en moto. Siempre los llevo en la moto.
Asientes y la ves cerrar el asiento y echar el seguro. La sigues hasta el interior del ginecólogo.
–¡Leia! ¡Valeria! ¡Esperad!
Os giráis. Azu se acerca a vosotras. Leia te mira.
–Me dijiste que a ella se lo contarías... Y yo necesitaba hablarlo con alguien.
Espera a que llegue a vuestro lado.
–¿No te ibas ayer?
–Sí, pero mi amigo decidió hacer un desvío para ver antes a su novia y me quedé.
–Ah.
–¿Cómo estás?
–¿Como crees que estoy?
–Si fueras yo, muerta de miedo.
Leia hace un gesto con la cabeza hacia el pasillo y sigue caminando. La seguís.
Os sentáis en unas sillas delante de la puerta de su ginecólogo. Esperáis unos minutos hasta que se abre y una mujer sale sonriendo de la mano de un hombre.
–Buenos días, Leia –saluda el ginecólogo, saliendo detrás de sus pacientes– ¿Vienes sola?
–No.
Señala a uno y otro lado con la cabeza, hacia vosotras.
–Hacía mucho que no te veía por aquí.
ESTÁS LEYENDO
One-shots Just be yorself
Historia CortaEstos son one shoots alternativos a las continuaciones de Just be yourself. Es decir, todo lo que no pueda escribir allí pero se me ocurra irá aquí. ¿Qué pasaría si Azu de hubiera quedado en Andalucía? ¿Y si Leia y Nico no se hubieran conocido nunca...