capítulo 2

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-Abrid el portón- grité cuando me encontré a escasos metros de Invernalia, este se abrió enseguida y entré al patio interior de la muralla.

-¡¿Qué habéis hecho?!- exclamó un norteño mientras era ayudado a bajar al Rey del caballo, entonces baje yo.

-Si esto hubiera sido obra mía, no le hubiera traído hasta aquí- le contesté y sus ojos depararon en mis ropas ensangrentadas-. Calló de su caballo, creo que la herida se la hizo al otro lado del muro se ha abierto.

-Le dije que no cabalgara- dijo el maestre acercándose con gran rapidez-. ¡Los reyes nunca escuchan! ¡Llevadlo a sus aposentos sin más demora!

Seguí de cerca a los hombres que llevaban a Jon a sus aposentos y me quedé al margen mientras quitaban las ropas que le cubrían de cintura para arriba. Pude ver como su pecho, lleno de cicatrices, también estaba cubierto de sangre.

Me di cuenta de que lo que Ser Davos había dicho era cierto, él había recibido un puñal en el corazón pero... ¿cómo es que estaba vivo?

-¡Fuera! ¡Fuera todos!- exclamó el maestre y mientras que los norteños salían de la habitación yo me acerqué a la cama donde estaba el Rey, siendo atendido.

-Dejadme ayudar, por favor- le pedí y el hombre me miró con ojos cálidos y asintió.

-Retirad la sangre- me dijo y yo corrí a por aquel cuenco con agua y un trapo que una mujer había dejado a los pies de la cama. Volví junto al lobo y comencé a limpiar la sangre. Sentí el agua mezclada con sangre resbalar hasta mis codos por el interior de las mangas de mi ahora ensangrentado vestido.

-Ya está- le dije.

-¿Qué...?- preguntó Jon abriendo los ojos.

-Tranquilo, estáis en Invernalia- le dije-, todo estará bien. Os caísteis del caballo y se os abrió una herida, o se os abrió una herida y os caísteis del caballo... aun no tengo muy claro el orden.

-Majestad- le dijo el maestre-, os dije que no cabalgarais.

-No era un largo camino.

-Ahora esto os dolerá, he de desinfectar y coser la herida. Reina Dragón, sujetadle todo lo que podáis. Morded esto- Jon cogió el cinto de cuero y lo puso entre sus dientes.

Yo asentí, me subí de rodillas en la cama y puse mis manos sobre sus hombros, manchándolos de sangre, Jon clavó sus ojos en los míos.

Acerqué mis labios a su oído y susurré.

-Todo estará bien.

Luego cambié mis manos por mis codos sobre sus hombros y cogí su cara con mis manos.

El maestre cogió un líquido y vertió unas gotas en la herida. Mi fuerza apenas podía contener sus espasmos de dolor, pero cuando la aguja, gruesa y curva, atravesó la dañada piel del lobo a los espasmos le acompañaros los gritos ahogados por la cinta de cuero.

-¡Acabad de una vez!- le grité al maestre.

-Voy todo lo rápido que puedo- me contestó calmado y concentrado en su labor.

-¡Pues traed la leche de la amapola!

-De todas formas, ya he acabado- dijo el maestre dejando la aguja sobre una bandeja plateada-, pero iré ahora a por ella de igual manera, así el Rey podrá descansar.

El maestre salió en silencio de la sala y cerró la puerta tras de sí. Jon aún tenía cara de dolor, pero ya había quitado el cuero de su boca y no convulsionaba sobre las sabanas.

-Gracias- me susurró-. Os he cubierto de sangre.

-Lo habéis hecho, pero eso no importa ahora mismo. Sé que no sois mi vasallo, pero quiero daros una única orden que espero que cumpláis.

Canciones de Dragones y lobos.Where stories live. Discover now