1. Una borracha en el maletero

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Sábado por la mañana, en la casa de Daniela...

*Bip, bip*

El móvil de Daniela vibró por enésima vez. Decidida a apagarlo lo cogió y leyó los mensajes recibidos por si es algo importante «Joder, que pesados.», pensaba mientras buscaba el móvil palpando en la mesita de noche. Cuando por fin logra encontrarlo, lo cogió y aún tumbada en la cama y con los ojos entrecerrados lo desbloqueó: 135 mensajes de 5 conversaciones. No es nada comparado con lo que solía recibir. Abrió Whosapp y encontró mensajes de grupos (silenciados, gracias a Dios) y de Diana, la hermana mayor de su mejor amiga Avril.

Diana: ha dormido mi sis cntigo?

Diana: eh

Diana: no rspnde al mvil

Y como éste habían seis mensajes más. No, Avril no había dormido con Daniela. Era una excusa que solía utilizar al irse de fiesta. Nunca la pillaban y nunca lo harían. Se lo montaba muy bien. Era lista, aunque los profesores en el instituto le dijeran lo contrario. Que diferentes eran. Daniela era una chica de bien, esperando a su príncipe azul, en su castillo lleno de libros, apuntes, matrículas y futuras becas, mientras que Avril era una guitarrista en un bar donde reinaba el alcohol, Nirvana y Guns N' Roses. Diferentes. Muy diferentes. Pero Daniela fue la única que consiguió romper esa barrera de chica dura de Avril.

Diana: oye k me rspnds

Daniela: k si k esta cnmigo

Diana: ok dile k me llame en cuanto se despierte

Daniela dejó el móvil y se dispuso a ducharse. Se desnudó rápido y entró en la ducha. Con agua fría, muy fría. El maquillaje que ayer tan bien le quedaba ahora se iba por el desagüe y al acabar, se vistió. Sin apenas desayunar, con un simple maquillaje de ojos, y un colorete, bajó las escaleras y se miró en el espejo del pasillo para hacerse un recogido simple. Tenía el pelo castaño, con una mecha rosa que no tardaría en irse, tinte barato que le obligó a echarse Avril. El maquillaje le quedaba muy bien porque tenía los ojos tan azules que hasta pintada de payaso iría fenomenal. Unos jeans y una camiseta de tirantes y lista.

Vivía en un piso en el centro de la ciudad y trabajaba en una tienda de zapatillas por la mañana los fines de semana y por las tardes de lunes a viernes. Así que le tocaba coger el coche. Fue al garaje del bloque y encontró su Fiat 500 blanco con rayajos por todas partes. Encima el maletero medio abierto, ¿y si le robaban? Fue a cerrarlo y cuando se dispuso a tirar se oyó una voz femenina, de recién levantada, del maletero. Ésta se quejaba y Daniela lo abrió del todo.

—¡Avril! —gritó furiosa Daniela a la rubia platino de ojos ahumados que se incorporaba en el maletero de su coche— ¿qué demonios haces en mi maletero? Y, ¿qué haces con mi llave?

Daniela le quitó la llave que tenía en la mano Avril muy enfadada. «¿Cómo ha conseguido mi llave? ¿Y qué hace en el maletero?» pensó Daniela.

—Joder, no te pongas así, ayer me dejaste la llave,¿recuerdas?— se restregó el maquillaje de los ojos, acostumbrándose poco a poco a la luz que había en el garaje. Con la voz cada vez más despierta siguió hablando— lo cogí para irme a un pub y...

—Calla y responde— le interrumpió Dani, sacándola del maletero—... tu aliento apesta a vodka... joder, dúchate, haz algo, Dios. ¿Qué hacías en el maletero? No, mejor calla, no quiero saberlo. Lo has rayado, no me mires así, no te lo dejé en ningún momento. Encima tengo que irme en... —mira el reloj de su muñeca— Mierda, ya debería haber salido. Ve a mi apartamento. Dúchate. Odio el olor a alcohol. Está mi madre. Venga.

—Vale, pero no me comas. —Avril se fue con un dolor de cabeza enorme y y dando traspiés por las escaleras.

Daniela estaba alteradísima. Entró en el coche, arrancó y salió del garaje. ¿Cómo le explicaría a su jefa que se había encontrado a una borracha en su maletero?

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