03: "Se perdió a sí mismo"

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En cuanto llegaron al departamento de Stefania, Justin se escabulló de la sala con rápido sigilo mientras ella cerraba la puerta de entrada. Ingresó al despacho de la chica, por cuya puerta abierta había vislumbrado algo que llamó potencialmente su atención. Arrastró la silla del escritorio hasta situarla frente a la pizarra que colgaba de la pared. Tomó asiento frente ésta, observando con ojos escrutadores cada nombre inscripto y cada fotografía pegada.

—¡Justin! ¿Qué haces?— Stefania se alarmó al descubrir que el muchacho estaba en esa habitación. Ingresó a la misma, agitada. —No deberías estar aquí.

—La puerta del cuarto estaba abierta de par en par. Si lo que posees aquí fuera de suma confidencialidad lo hubieras encerrado bajo llave, así que esto no es un secreto propiamente dicho— Su mirada se deslizó a ella durante un segundo antes de volver a la pizarra. —O es un secreto que pretendías develarme de todas formas.

La aludida guardó silencio, sin saber que responder ante las acertadas conclusiones de aquel análisis.

—Yo... Iba a comentarte esto, pero no ahora y no de este modo... Prometí cuidar de tu estabilidad...— Justin soltó un resoplido que interrumpió la vacilación de la joven.

Él se levantó y escrudiñó la pared cubierta con recortes de diario.

—¿Y por qué querrías hablarme del asesinato de Karen Palette? ¿Crees que yo lo hice?

La indiferencia en la voz de Justin al sugerir que estaba siendo acusado de algo atroz resultó extraña ante los oídos de su interlocutora. Había leído mucho sobre aquella patología durante sus estudios, mas escuchar con sus propios oídos la carencia de emociones era impactante.

—¡No! No creo que tú lo hayas hecho...— Explicó, seguidamente murmuró: —No pudiste haber sido tú. Estabas encerrado.

—Pero crees que soy capaz de hacerlo— Afirmó él.

Stef reconoció que el chico intentaba amedrentarla. Con la valía adquirida en su experiencia, contestó:

—Bueno... considerando tus antecedentes.

Una de las comisuras de los labios del chico se elevó, formando una sonrisa ladeada.

—¿Qué antecedentes?— Inquirió, desentendido.

—Tú sabes...— Susurró ella, incapaz de pronunciarlo, incapaz de revivir ese acontecimiento con palabras.

Él negó lentamente con la cabeza, leyendo el artículo de un periódico.

—No. No lo sé. Me acusas de algo, pero no puedes culparme. Cualquier acto que cometí fue englobado en un brote de locura. No era dueño de mis propios actos. Un reflejo impulsivo que me extrajo la cordura. Así que no recuerdo mucho de ello. Fui inducido por una emoción violenta. Emoción. Psicosis. Estaba fuera de mí, por lo tanto, no soy exactamente culpable.

La celeridad con que Justin pronunciaba sus frases era acorde a sus pasos, que habían empezado a moverse por el suelo, yendo y viniendo delante de la pizarra mientras la escudriñaba. Con un movimiento de sus manos, quitó todas las imágenes y notas allí adheridas.

—¡No!— Exclamó Stefania, doblando sus rodillas para recoger los papeles del piso. —¡Son nuestras pistas!

—No son nada. Ustedes han resaltado estupideces y pasado por alto los verdaderos vestigios. Todo esto está mal— Juzgó él.

—¿Nosotros?— Aquella alusión llamó la atención de Stef, quien adoptó nuevamente una postura erguida. —¿Por qué supones que he estado trabajando con alguien más?

Serial Killer: Rastro de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora