08: "No finjas conmigo"

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Justin no volvió a emitir palabra alguna, ni siquiera cuando Stefania lo llevó de regreso al Instituto de Salud Mental. Ella deseaba que él dijera algo, cualquier cosa, para erradicar al menos una de los tantas emociones contrapuestas en su interior.

Primeramente, sentía una embarazosa ansiedad. La noche anterior ambos habían compartido un momento que merecía ser esclarecido, pero el asunto quedaba inconcluso frente la nueva información que había caído sobre ellos y que opacaba cualquier otra cosa.

También, y sobre todo, estaba desconcertada. La muchacha supo desde el inicio que el tiroteo en la secundaria el cual su compañero había protagonizado no fue obra de un impulso, sino una masacre cautelosamente premeditada. Al hecho de que él la hubiera reconocido y permitido vivir se le sumaba que, tanto Justin como los dos jóvenes armados que lo acompañaban, habían atacado sectores específicos de la escuela, como la Biblioteca, los vestuarios del equipo de fútbol, y salones donde se impartían clases de último año.

Las siete víctimas del asesino en serie (cuyos ataques comenzaron meses después) eran personas que deberían haber estado en algunas de esas zonas específicas el día que la masacre tuvo lugar, mas por algún motivo no lo estaban. Una de ellas era un profesor titular de Matemáticas, otra el consejero escolar, otra el entrenador del equipo de fútbol y dos jugadores del mismo (un graduado que ayudaba en las prácticas y Bobby Warner, asesinado hacía pocas semanas). Otra era, por supuesto, Karen, quien se había ausentado a clases por padecer anginas. Y finalmente, último en la lista pero el primer asesinado, Patrick Blast.

Sin poder evitarlo, Stefania se estremeció. Ni siquiera sabía que él había sido una víctima del asesino. Creyó que había muerto en el tiroteo junto con tantos otros de sus compañeros.

Justin descendió del coche, su habitual expresión impasible oscurecida por un tono mayor de seriedad. Por un momento, antes de cerrar la puerta y marcharse al edificio, fijó sus ojos sobre la chica. Parecía estar a punto de decir algo, en cambio, frunció su ceño de manera pronunciada y exhaló aire con brusquedad.

Esa madrugada, Stefania se encontró imposibilitada de conciliar el sueño sabiendo que la lista de sospechosos empezaba a reducirse a un mínimo de personas. Sin embargo, no podía tratarse de los compañeros de Justin en la matanza puesto que ambos estaban en prisión. Por tanto, su tarea consistía en identificar a los que pudieran tener algo que ver con la secundaria en esa época, más específicamente con el tiroteo.

Ante aquel mayúsculo avance, la joven estaba ansiosa por empezar el trabajo, mas un pensamiento la asaltó, llenándola de pánico: ella era una de las personas que debía morir aquel día.

Se giró una vez más en el colchón, observando su teléfono celular. Había enviado múltiples mensajes de textos a Cole, incluso efectuado varias llamadas, pero él no respondió ninguna. Entendía su enojo y su incomprensión, porque ella misma también estaba desconcertada por su propia actitud, pero esperaba que su amigo pudiera dejar de lado eso para atender la urgencia que se presentaba.

Suspiró y volvió a girar, dejando que un brazo colgara del borde la cama. Sus dedos comenzaron a jugar con las sábanas de forma inconsciente y pronto se encontraban metidos debajo del colchón. Frunció el ceño al sentir el tacto de un pequeño objeto extraño. Lo extrajo de su escondite y observó con consternación la minúscula pastilla para la gripe que sostenía.

Era idéntica a la que había metido en la sopa de Justin cuando éste se encontraba enfermo, mas no podía concebir que fuera la misma. El muchacho había dejado claro que la había descubierto, mas ella lo había visto tragarla así que no encontraba explicación para aquello.

De repente, se incorporó en la cama observando la píldora, soltando un grito ahogado seguido de un jadeo.

—No puede ser— Gimió.

Serial Killer: Rastro de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora