2. ¡Feliz cumpleaños, Jean!

50 1 1
                                    

 Jake Vieux

Permanezco en silencio un buen rato después de la confesión de Lynn.

-Pasó un verano aquí en Francia, cuando yo era más pequeña. -se anima a seguir.- Pasaba mucho tiempo en casa porque era amiga de mi padre, y durante esos tres meses fue como una madre para mí. Conocía la canción porque ella solía ponerla antes de irse a dormir.

Mi expresión de sorpresa va cambiando por una de más triste, y Lynn no duda en abrazarme. No le devuelvo el abrazo a pesar de que me gusta que me abrace, y parece notarlo porque no se despega de mí.

-A veces parece que puedas leerme la mente, Lynn. -digo sorprendiéndome a mí mismo por la afirmación.

-¿Sabes qué pasa? -sigue.- Que aunque parezcamos muy diferentes en algunas ocasiones, los dos tenemos algo en común.

-¿El hecho de no tener madre? -me aventuro a preguntar.

-No. El hecho de tener una vida de mierda. Y nuestra principal diferencia es que yo lo sé disimular mejor que tú, por eso parecemos tan distintos, por eso yo tengo a gente lamiéndome el culo, y recordándome constante e inconscientemente que sus vidas son mejores que la mía.

-Cállate. -la interrumpo.- Nuestras vidas no son una mierda, no vuelvas a decir eso.

-¿Y qué voy a decir? ¿Que me hace muy feliz que mi padre me azote día sí, día también? ¿O no saber nada de mi madre y mi hermano? ¿O tener falsos amigos que huyen cuando empiezan a conocerme?

-Yo estoy conociéndote y aún no he huido. -digo en un intento de arrancarle una sonrisa.

-Eso es porque eres un bicho raro como yo, pero, ¿sabes?...

-Dime. -hablo impaciente.

-No puedo afirmarlo porque no sé qué se siente realmente, pero creo que en este preciso momento, aquí, contigo, soy feliz.

-Eso es porque eres un bicho raro como yo. -digo imitándola y burlándome de ella, en otro intento, esta vez acertado, de verla sonreír. Y esa sonrisa hace que me fije en sus labios, finos y rosados, que dibujan una curva en su cara acabando en dos hoyuelos. Después de pasar largo rato juntos, sin decir nada, decidimos que es hora de volver a casa. Le ofrezco dormir con los Dominé pero niega con la cabeza. Se va, después de asegurarme que todo estará bien, y no puedo evitar sonreír. He encontrado a alguien, mamá, por fin he encontrado a alguien.

Lynn Blanchard

Me levanto cansada. Mis ganas de dormir habrían vencido si no fuera porque hoy es la fiesta de cumpleaños de Jean, y la ilusión de ver a su supuesto primo me mueve a arreglarme lo mejor posible. ¿Me gusta? Claro que me gusta, pero a lo mejor yo a él no. No puedo evitar entristecer al pensar que quizá lo máximo que sienta por mí sea compasión.

Esta vez tengo tres horas para arreglarme. Elijo un vestido muy elegante y nada provocativo, que encuentro perfecto para la ocasión. Cuando acabo de ducharme me peino, decido llevar el pelo como siempre para no complicarme. Por último me maquillo, un maquillaje discreto que no llama mucho la atención. Acabo mucho antes de la hora prevista así que llamo a Jean preguntándole si podemos pasar un rato juntos antes de la fiesta. Él accede tal y como esperaba, así que me encamino a su casa al mismo tiempo que pienso en la noche anterior. Recuerdo todas las veces que me he burlado de las chicas que se ilusionaban rápido y luego se llevaban el chasco de su vida, y rezo para no tener que ser tan patética sin darme cuenta de que ya lo soy.

Cuando por fin llego a casa de los Dominé, es Jean quien me abre la puerta. Enseguida veo a Jake apoyado en la mesa y mirándonos desde un segundo plano. Jean me abraza ilusionado y luego cierra la puerta.

Describiendo la vida a un ciegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora