Tenía que haberlo pensado dos veces antes de dejar mi trabajo. El imbécil me puso a huevo la decisión. Tener a un imbécil por jefe ayuda a dar un golpe de timón a tu vida. Pero el paro se me acaba en unos meses. ¿Y si hubiera aguantado hasta su renuncia? Imposible. Los de esa "cultura" no dimiten. El powerpoint no contempla la ética laboral. Continúo leyendo con la desgana habitual, convencido de que iba a ser lo mismo de todos los días. Paso de página.
- "Traspaso tienda de pollos. Rentabilidad demostrada...."- y prosigo, resignado, leyendo los clasificados del periódico.
- "Guardería infantil en funcionamiento..." – desvío la mirada a la vez que un escalofrío recorre mi espalda.
- "Ofertas de empleo" – joder, ya estamos -. "Necesito comercial, experiencia,..."- sólo piden putas y comerciales.
-"Acabas de dejar tu empleo. Estás bien pero el paro se te acaba. Quieres hacer algo y no sabes qué. Llámanos. No se trata de sexo. Tú eres el indicado..." – ¿qué será esto? Vendedor de libros, seguro... Siguiente anuncio.
-"No lo desestimes tan rápido. Acabas de dejar tu empleo. Estás bien pero el paro se te acaba. Quieres hacer algo y no sabes qué. Llámanos. No se trata de sexo. Tú eres el indicado...". Son técnicas de marketing... ¿Y si llamo? No pierdo nada – pienso en voz alta -. ¿Me estaré volviendo un capullazo como el imbécil? Nada, siguiente anuncio.
-"Ex trabajador, acabas de dejar tu empleo. Estás bien pero el paro se te acaba. Quieres hacer algo y no sabes qué. Llámanos. No se trata de sexo. Tú eres el indicado..."
– ¿Yo un ex? No lo puedo asumir. Llamo.
El teléfono está lo suficientemente lejos de mí como para intentar un movimiento contorsionista, de los que únicamente te provocan un tirón en el cuello y al final no te quedan más narices que levantarte. Cada vez que me estiro, tirón en múltiples músculos. Definitivamente tengo que ir a uno de esos fitnees. Al principio iré con camiseta amplia, por lo de no asustar al personal. Y la culpa es del imbécil. Siempre existe uno así que te hace auto-descuidarte. A parte del trabajo, con mi otra ex fuera de mi vida, qué coño podía hacer. Comer y beber cañitas. Es obvio. Marco el número. Dudo al marcar el último dígito. Igual les empiezo con el "gus moning" para impresionar de entrada - Tranquilo, amigo Dani, que no eres un principiante. - Ni siquiera este auto consejo me vale. Voy perdiendo autoestima. Tengo que retomar las sesiones. Si me admite mi ex. Esta vez hablo del psiquiatra. ¿Por qué mi vida está llena de ex? Y sin tocarme ningún premio. Tengo que dedicar un rato a pensar en ello. No, mejor no. Mi ex (el del coco) me echó, eso sí, delicadamente, sólo por llamarle unas cuantas veces a su casa. Fueron quince... al día. Pero ¡qué joder!, me dijo que me abriera con él y yo lo quise hacer. Sólo tuve que averiguar su número privado. Mi Pablo lo consigue todo. Es un genio convenciendo a las señoritas operadoras.
- Marque un uno si quiere información. Marque un dos si ya llamó antes. Marque tres.
Cuelgo. A mi me gusta hablar con operadoras de carne y hueso. Su voz es inequívocamente excitante. Suena el teléfono. Es la hora de mi ex. Esta vez... madre. Digo ex, porque según ella, la tengo olvidada. Dice que es como si hubiera dejado de ser su madre. O sea mi ex madre. Este "o sea" no es "piji". Es un "o sea" concluyente. Como se decía antes de que nos invadiesen los oseaspijis. Pues sí, mi madre algo de razón tiene. Por algo es mi ex madre.
- Dani el parado al aparato...– suele ser una de mis presentaciones, cuando no estoy inspirado. Lo de dígame me recuerda a mi ex...mujer. Siempre era así. Llegué a llamarla dígame. Soy un gilipollas sentimental. De novios, bueno, bien. Pero después, con el tiempo, cada vez que le telefoneaba para hablarle de mi ex me contestaba con el dígame más oseapijo que uno puede imaginarse. ¡Hay que joderse! ¿Ahora los móviles no denuncian el número que te llama? Pues, no. Ella siempre me contestaba con el susodicho dígame. Y luego me decía que estaba en el trabajo; que era la octava vez que le llamaba en una hora. Pero es que mi ex no sabía lo que era tener un imbécil por jefe. Que en este caso no es un ex-imbécil, pues lo sigue siendo. Como cambió. ¿O no se había dado cuanta que su novio -yo- era una persona sensible y comunicativa? Pues va y se casa conmigo. Y luego todo el día con el dígame. Algún día tengo que dedicarme a pensar en averiguar por qué falló nuestro matrimonio. Pero..., mejor será que no. Que poca insistencia tiene mi ex. Ya ha dejado de sonar el teléfono. Suena otra vez.
- ¿Dígame? – ¡Dios!, me ha salido. Definitivamente no estoy en mi mejor día.
- Remarcado automático. Usted llamó al anuncio de clasificados. Su número ha sido seleccionado como aspirante al empleo.
- Pero, cosa, qué dirás... - realmente me estaba gustando, pero lo tengo que disimular. No hay que facilitarles la negociación salarial.
- Después de oír la señal diga claramente su nombre – me sigue gustando -. Beep-beep.
- Don Daniel Borau. – En esto hay que mantener la distancia. Si se da confianza al principio te toman el pelo y abusan. ¡Qué gilipollas fui con mi ex! Ahora hablo del imbécil. Le brindé mi apoyo...
- Don Daniel Borau, queda registrado como candidato al puesto de trabajo solicitado. Su voz cumple con los prerrequisitos del puesto. Por favor, marque uno para solicitar nuevas instrucciones. Marque dos para cambiar de nombre – juraría que ha dicho esto último con recochineo. Y pulso el uno.
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¿O el cielo no puede esperar?
RandomDaniel Borau, soltero, parado, egoísta, juerguista y otros calificativos bastante más lamentables encuentra una singular propuesta de trabajo. El tren en el que viaja para realizar la primera entrevista sufre un desgraciado accidente. Daniel muere...