Capítulo 1 - Recuerdos de una infancia

408 37 2
                                    

Me despierto con la respiración agitada a causa de una de las múltiples pesadillas que suelo tener por la noche. Tomo una gran bocanada de aire y lo dejo soltar al mismo tiempo en el que cierro los ojos y me dejo caer encima de mi cama.

-Venga, duérmete otra vez. No debe de ser tan difícil...- Susurro mientras relajo mi respiración y dejo mi mente en blanco, deseando poder dormirme de una maldita vez en las pocas horas que me quedan para pegar ojo.

Cuando menos me lo espero me vuelvo a encontrar sumergido en mis sueños, aunque ahora no puedo distinguir si lo que estoy "viviendo" es una pesadilla o un simple recuerdo.

Aunque todos mis recuerdos suelen parecerse bastante a una pesadilla.

Me encuentro en medio de un bosque repleto de árboles, tan altos que parece que lleguen a las nubes.

Oigo detrás de mí la voz de un niño pequeño riendo y corriendo entre los árboles, así que decido girarme para ver de quién se trata.

La imagen que me encuentro es un tanto extraña. Es un niño pequeño, con el pelo color azabache y flequillo, con unos ojos azules que dejarían helado a cualquiera que se fijase en ellos.

Me quedo unos instantes paralizado, mirando fijamente a ese niño que juega tan tranquilamente, sin importarle que está solo en el bosque y que seguramente, se habrá perdido, pero ni él mismo se habrá dado cuenta.

Ese pequeño criajo tiene un rostro bastante familiar para mí, pero no consigo descifrar quién diablos puede ser. Noto como alguien fija la mirada en mí, y cuando vuelvo en mi me doy cuenta de que el mismo niño del cual estaba pensando se encontraba ahora mismo delante de mis narices.

-Hola, ¿Qué hace aquí tan solo señor?- Dice el pequeño con una voz un tanto chillona, como la de un niño pequeño.

Suelto una pequeña carcajada y me agacho para ponerme a su altura y poder fijarme con más atención en sus cristalinos e inocentes ojos.

-En realidad no lo sé, ¿Y tú que haces aquí tan solo pequeñín?- Respondo mientras paso mi mano por su oscura cabellera y la alboroto un poco soltando una pequeña sonrisa.

-No estoy solo.

-¿Ah no?

-No, mi amigo Tibbers me acompaña.- Dice el pequeño mientras me muestra un pequeño osito de peluche de tonos marrones.

Una gran sonrisa se dibuja en mi rostro mientras cojo a Tibbers y lo observo atentamente.

-Yo también tenía un osito de peluche como este que se llamaba Tibbers.- Añado con una sonrisa nostálgica.

-¿Ah sí? ¡Qué guay!- Exclama el niñito mientras da pequeños saltitos.

-Mira, este también habla como el que tenía yo,- Digo poniendo a Tibbers en frente de él y moviendo el bracito derecho del pequeño oso. -¡Hola pequeño!- Añado poniendo una voz aguda, causando un mar de risas por parte de ese crío.

-¡Kellin! ¿Dónde estás? ¡He traído tarta!- Oigo chillar a una mujer mi nombre en la lejanía.

-¡Es mi mamá! Debo irme, gracias señor, ¡Espero volver a verle!- Dice el pequeño mientras agarra su osito de peluche y empieza a correr hacia de dónde provenía esa dulce voz.

Me quedo totalmente paralizado intentando analizar la situación que acababa de vivir. Un momento... Ahora entiendo por qué me sonaba tanto ese niñito, ese osito de peluche y la voz de esa mujer...

Era yo a los seis años, cuando iba a casa de mis abuelos con mi madre a pasar algún que otro fin de semana, ya que ellos vivían bastante lejos de la ciudad y era un buen sitio para desconectar de todo.

Al menos esta vez no ha sido ninguna pesadilla.

- - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - - -

Pasan un par de horas y el dichoso despertador empieza a sonar como si no hubiera un mañana, despertándome del único sueño decente que había tenido durante hace unas semanas.

De un golpe seco, apago el despertador y dejo soltar un gran suspiro mientras levanto mi rostro de la almohada para fijarme en la hora.

Las diez de la mañana, no está mal.

Perezosamente, me levanto de la cama, dejando al descubierto mi delgado cuerpo, el cual tan solo lleva unos boxers negros un poco apretados, pero como vivo solo puedo ir como me dé la gana.

Me rasco la nuca mientras salgo de mi habitación y me dirijo a la cocina, para ver si podía prepararme al menos algo decente para desayunar hoy, pero hoy no.

Con suerte tan solo tengo para comerme una manzana y listo, tampoco necesito más.

Me dirijo hacia el salón y sin pensármelo dos veces, me tiro encima del sofá y enciendo el televisor para ver que daban hoy.

Las horas pasaban y yo seguía sentado en el sofá, sin hacer nada productivo, aunque tampoco me veía capaz de hacer algo ya que al fin y al cabo todo lo hacía mal...

Y este era, señoras y señores, un día normal en la vida de Kellin Quinn.

Aunque... nada dura para siempre, ¿No creéis?

Miles Away. (Kellin Quinn)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora