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Capítulo III: Los ojos de un enamorado.

Aquella noche no pudo dormir,  estaba inquieta por la presencia de aquellos ojos verdes que habían desaparecido de un momento a otro. Tan sólo recordar el segundo en que se habían cruzado sus miradas Marinette se estremecía. Según ella, no debían ser de cualquier ladrón, pero en el fondo estaba convencida que era ese él que no querría volver a ver jamás.

Su cabello era delicadamente cepillado por su mejor amiga, Alya; princesa y futura Reina de las tierras del Noreste.

— ¿Estas segura? —Le preguntó por quinteaba vez.

—Tengo que estarlo—Hablo con firmeza — Además, tengo que ir.. Es mi pueblo y sus costumbres, debo ir—

—¿Iras con Nathanael?

Aquella pregunta se instaló en su mente, procesando lentamente para luego sentir un gran alivio —No, el dijo que iría pero más temprano, para ayudar a ordenar todo, además que se quedaría ayudando con otras cosas —

— Ya veo...

—Princesa, su padre la requiere —el guardia de Alya entró al cuarto, ambas lo fulminaron por no haber tocado haciendo que el moreno se hiciera pequeño—Lo siento...—

Marinette Suspiro para luego regalarle una tierna sonrisa— Tranquilo, es tu trabajo preocuparte por ella— Lentamente se fue levantando—Nos vemos Alya, llega bien— Se despidieron con un fuerte abrazo.

Alya desapareció por las puertas acompañada de su guardia, quien según ella se llamaba "Nino".

Marientte dejó su cabello suelto y se enfundo en un elegante vestido rojo con mangas y escote de bordes negros. En su cintura ato una cinta negra y se maquillo con un suave labial rosado.

Se puso los tacones bajos y en la maya de su pantie guardo una pequeña cuchilla, solo por si acaso. Miro su mueble y se fijó en la argolla dorada que reposaba en el,  dudo varias veces en colocarse la argolla pero terminó sediento colocando aquel bello anillo de oro en su anular.

Salió de su cuarto caminando con elegancia hacia la entrada principal, donde los guardias las escoltaron hacia el carruaje.

Un guardia la ayudó a subir para luego sentarse enfrente y partir con el caballo.

(...)

Al llegar al pueblo, todo estaba animado, la fiesta había comenzado y la música retumban en los oídos de Marinette.

Sin que nadie se diera cuenta se quitó los tacones que ya le mataban la planta de los pies. Bajo con delicadeza del carruaje y camino entre la gente sin ser escoltada por guaridas.

Cuando llegó a la pista de baile vio un grupo de personas baila do con alegría y euforia, los hombres aplaudían y zapateaban mientras que las mujeres con movimientos coquetos movían sus faldas.

Una sonrisa radiante te extendió por sus labios, amaba a su pueblo y estaba honrada de ser su Reina. Alguien choco a sus espaldas pero Marinette apenas se movió.

Cuando se dio vuelta vio un joven de cabellos negros y azules m de ojos cielo tirado en el suelo con una caja de naranjas encima de él apuntó de caer.  De un movimiento rápido La caja se estabilizó evitando la caída de las naranjas Gracias a Marinette.

— Disculpame — Marinette ayudó a pararse al castaño quien apenas pudo ver el movimiento que había hecho Marinette.

—N-no discúlpeme a mi, no veía por donde iba y choque con usted — el joven hizo una reverencia para luego tomar la caja.

Marinette le sonrió con ternura- No te preocupes, los accidentes pasan -

Un sonrojo se extendió por el rostro del castaño, sus pupilas se dilatación admirando la sonrisa de la Reina que tenía enfrente - M-me nombre es... Es... - Hizo una pausa.

—Luka, ese es tu nombre, lose—La azabache se sonrojo Ligeramente por la vergüenza—Conosco a los de mí pueblo, je~ —Río de forma baja para luego alzar la mano y moverla de lado a lado—Bien Luka, me tengo que ir,  nos vemos—

Luka se quedó mirando como la chica desaparecía entre la gente, su corazón latía desbocado y el rojo de sus mejillas se iba extendiendo por todo su rostro.  Sus ojos chispeante un sentimiento indescifrable, anhelantes por la chica que hace segundos tenía enfrente.

Se había quedado ahí, mirando en la dirección en la que Marinette se había ido, la gente que pasaba lo veía para luego sonreír con empatia sin saber por quien había quedado así.

Una niña jalo el vestido de su madre quien se agachó a su altura — Mami, ¿Porque ese señor está así?—

La mujer sonrió con diversión — Mira bien sus ojos mi niña, están chispeantes por algo, esos son los ojos de un enamorado —

Después de el [MLB]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora