1 - Los jóvenes

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La península de Márkla era un lugar tan evolucionado como la Ciudad de Árpates, si no más. Largas avenidas llenas de gente circulando, grandes construcciones, templos y castillos. Quedaba al sur de Árpates, y los separaba la bifurcación del río Ohcaño; el tercero más largo del mundo. Al norte de ésta se encontraba el Primer Océano, y al sur, el Segundo Oceáno, donde también estaba el puerto más importante de Zarvall.

Al sur de la península estaba la Ciudad Pesquera. Allí, donde el viento soplaba fuerte y arreciaba, un grupo de jóvenes fumaban, sentados frente al mar.

El mayor de ellos debía tener veinte años, quizá menos. La menor era una niña rubia de quince, y el otro, un chico pelirrojo de facciones angulosas, tenía diecisiete.

—Me pregunto qué harán los demás. — dijo el pelirrojo.

—¿Con respecto a qué, Mat? — quiso saber la niña.

El chico llamado Mat suspiró, echando una bocanada de humo que se esparció en el aire, hasta difuminarse.

—Con respecto a la revolución, obviamente. — dijo él— ¿Qué crees que harán? Digo, Filippes II ha muerto, lo matamos, ¿no? Entonces...

—No fuimos nosotros precisamente quienes lo matamos. — contestó el otro chico, el mayor.

—Da igual, Erik. Fue nuestro movimiento.

—¡Exacto! — Mat miró a su amigo con aspecto apasionado. El otro soltó un bufido. — Nosotros somos parte de ese movimiento — insistió,— por lo que si los demás se involucran, todos estamos involucrados.

Erik apagó el cigarro, que ya se le había acabado.

—No lo sé. El problema es que mucha gente piensa así, como tú. Si uno cae, todos caemos.

Mat se quedó en silencio. Ellos pertenecían al grupo independentista, que quería separar Márkla de Zarvall. Al fin y al cabo, era una península bastante autosuficiente, y así no tendrían que obedecer ni rendir cuentas al idiota del rey. Sus impuestos, de esa manera, se irían a aumentar aún más el desarrollo de la ciudad, y no los acapararía ese mocoso de Filippes.

—¿Qué edad crees que tenga? — inquirió la niña. — El rey Filippes — explicó.

—No sé, ¿dieciocho, tal vez? — Erik encendió un nuevo cigarrillo.

—No fumes tanto— pidió la niña. — Hace mal. Eso dicen, al menos.

—Tú también estás fumando — se burló Mat.

—Sí, claro, pero es el primero del día. De Erik es como el octavo.

—No es cierto. — Erik se irgió. — No le creas, Mat, esta chica es una embustera.

—¿Esta chica? Tengo nombre, ¿sabes?

—Está bien, está bien. Violet es una embustera. ¿Contenta?

Violet lo miró de forma sardónica.

—Sí, claro. Una embustera. Y tú, estás llenando tus pulmones de humo tóxico.

—¿Humo tóxico? — Mat también apagó el cigarrillo, que se le había acabado. — No sé de ningún tipo de humo que no sea tóxico.

—Lo que es tóxico es el gobierno de Filippes. —indicó Erik.

Se quedaron en silencio. Finalmente, Violet habló.

—Deberíamos ir a Árpates.

—¿A qué? —preguntó Erik.

—Pues... desde acá no hacemos ningún tipo de revolución. — la niña miró a Mat, como pidiendo su aprobación. — Digo, el rey no nos va a oír si nos quedamos en la provincia.

—¿Y qué pretendes, que te de audiencia? — Erik rió — No seas ridícula.

—No es mala idea, tú no seas antipático. — dijo Mat. — En efecto, podríamos ir, y formar un grupo allá. Dicen que la gente se muere de hambre en las calles, y de frío durante el invierno. Yo creo que muchos arpatianos se unirán a nuestra causa.

—Son unos niños. Todos ustedes, son unos niños sin conocimiento de causa. ¿Podrían darse cuenta de eso alguna vez?

—¿Y qué si somos jóvenes? Sí tenemos conocimiento, Erik...

—Verás, déjame decirte algo: nadie oiría a chicos de su edad.

—Tú vas a cumplir veintiuno el mes que viene. —indicó Violet. — Es más o menos la edad del rey. — todos esbozaron una sonrisa. — A ti sí te oirían. —añadió.

—No quiero ir a Árpates. — Erik sabía que esa conversación era absurda, pero no valía la pena discutir.

—¿Por qué, Erik?

—Allá la guardia es más dura, la vida es más difícil, la comida escasea. Ya viví allá muchos años, ¿saben? cuando regresé del Reino Calipso hasta Zarvall. Hasta los quince, sólo conocí de esa región el sufrimiento.

—¿Y no quieres acabar con eso? — preguntó Mat, con curiosidad. Erik nunca hablaba de su pasado, era un tabú para todos. Sabían que se había venido a vivir con Randla Mour, la alcaldesa, pero que ella no era su madre. Punto. Esto era un descubrimiento.

—Tengo conocidos en Árpates. — dijo Erik.

—¿Y eso es malo?

El joven lo miró. Era impresionante la ingenuidad de esos pequeños. Creían que todo era tan simple, que una revolución era algo así como un juego. Niños.

—Sí, Mat, es malo — respondió. — Claro que lo es. 

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⏰ Last updated: Aug 24, 2017 ⏰

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Crónicas de las tres espadasWhere stories live. Discover now