El viento corrió la cortina del cuarto donde se hallaban Gisela y la sombra, que no era otro lugar que la vieja habitación de Isaías y Bernarda.
Tal escandaloso jugueteo de la brisa dio vuelta a las páginas del diario de Gisela, el cual estaba al lado de su cama. Hasta ese instante la anciana volteó su vista a otro lado que no fuera donde estaba la sombra, a quien había seguido con su mirada desde que se le apareció.
Se talló los ojos hasta en 3 ocasiones, sin salir de su asombro. Luego de hacer un insulso gesto que no supo a nada, con voz rasposa y seca, la anciana gritó:
–¡Te exijo que me dejes sola!, no necesito a nadie más aquí –
Gisela solamente deseaba otro egoísta momento para sí misma y sin ninguna interrupción. Al no recibir respuesta, enojada, simplemente comenzó a parlotear:
–¿Qué haces aquí? o ¿qué esperas de mi?, ¿acaso hay algo que puedas obtener de alguien como yo, de una anciana indefensa? –Dijo la anciana a manera de reclamo, sin comprender la situación.
Una vez que tomó aire y respiró, calmándose un poco ante la angustiando situación, continuó:
–Ya no hay nada que me puedan quitar. Hasta el dinero que un día abundó por aquí, ahora ya es insuficiente para mantenerme. Si buscas fortuna, de no la obtendrás de mí –
Para Gisela, la plática que estaba sosteniendo se sustentaba en la nada, pues la pared no le respondía y hasta se podría decir que no se estaba interesando en lo que ella comentaba.
Su monólogo perdía fuerza, pero la anciana no cedía y a cualquier precio, quería que la dejara en paz.
–¿Te gusta burlarte de mi?, no puedo negar que es divertido disfrutar al hacer sufrir a las personas, pues por mucho tiempo yo lo hice, aún cuando no era consciente en su momento –Dijo, mientras se le empezaba a entrecortar la voz, tambaleándose de tantas emociones que se le juntaban.
Tal como si la sombra fuera un hombre acusándola con el dedo índice, la anciana siguió hablando, confesando sus pecados y pidiendo mil perdones. Como producto de haber perdido la cordura desde hacía tiempo, Gisela hablaba por hablar y en momentos callaba por callar, adquiriendo su diálogo de vez en cuando cierta irrelevancia, aunque en instantes lograba retomar el hilo de la conversación, comentando un poco de esto y un poco de lo otro, citando a gente ya muerta e incluso a personas de las que solamente oyó hablar, pero que nunca conoció:
–Como decía Amanda... a veces uno nunca llega a saber lo que tiene y es justo tal cual me siento ahora... Pareciera que la vida cobra doble cuando no tiene otra cosa que hacer –
Al igual que un perfecto delator abre la boca tarde o temprano, Gisela supo que era el momento y el lugar ideal para acallar su conciencia:
–¡Ah!, pero yo sabía que algún día tendría que soltar la verdad...–
En ese momento, las lágrimas salían a borbotones de los enternecidos ojos de la anciana y aún cuando la voz le ardía al salir de su garganta, prosiguió:
–¿Sabes qué me alegra?, que voy a contar algo ahora que sé que no hay nadie a mi alrededor que me pueda criticar por lo que hice –
Gisela contuvo la respiración por unos segundos, mientras sus manos le temblaban y su cuerpo entero se cubrió de frialdad.
Sin embargo, eso no la detuvo:
–Crecí sola, rodeada de una familia que nunca sentí como parte mía. Enceguecida por el dinero y... ¿en qué se ha vuelto todo esto el día de hoy?, ¡ya no hay nada por que luchar! si tan solo... a lo mejor aún sigo condenada por...–
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El suspiro de la brisa
KurzgeschichtenEsta novela tiene como protagonista a Gisela, una joven que se cría en la casa de sus abuelos, donde además viven una tía y dos primos menores que ella. Sus vidas cambian a raíz de que una muerte se suscita en la familia, pero a pesar de ello, se em...