- Los duendes del agujero -

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Ese 23 de Junio de 1997 en Villa Mitre, empezaron a pasar cosas raras. Pasando cerca de una casa que había estado abandonada por años, era inevitable el sentirse observado.
Dicen que los patios de los vecinos estaban pareciéndose cada vez más a terrenos baldíos, ya que con cada día que pasaba una cosa más desaparecía, desde flores, bancos y carteles hasta picaportes y buzones. Al principio se creía que una banda criminal se había instalado en la casa abandonada, pero a los pocos días se descubrió la verdad sobre el hecho.
Un vecino estaba paseando a su perro cuando éste, sin explicación, empieza a ladrarle a la casa. El dueño trataba infructuosamente de detenerlo, hasta que le llegó una pequeña ayuda. El 6534, tallado en madera, salió volando desde un arbusto y pegó justo en la frente del animal. Ese fue su último ladrido. Para cuando el dueño entendió lo que estaba pasando una figura de baja estatura, menos de un metro de alto, con facciones arrugadas, ojos negros, nariz puntiaguda y una sonrisa macabra descendía por un agujero en el suelo, entre las hojas del pasto sin cortar.
Luego de este incidente estos entes, ahora llamados "duendes" por los vecinos, se volvieron mucho más violentos. La gente cada vez los veía más, y todas las noches estaban merodeando en las cercanías de la casa, confundiéndose entre los arbustos con su larga barba gris. El barrio estaba petrificado, nadie se atrevía a salir con temor a que los duendes del agujero les hicieran algo macabro. Todo aquel que pasaba por el frente de la casa, sin excepción, recibía un presente tirado con fuerza.. De vez en cuando salían y corrían y molestaban a las personas que caminaban por las calles.
Pero las cosas llegaron al límite cuando esa medianoche, ese viernes 1º de Agosto, en esa calle, ese hombre, del que nadie volvió a oír nada después de entonces, salió con su mano derecha ensangrentada.
Luego del incidente, en el mediodía del 3 de Agosto, un grupo de vecinos entró a la casa y tapó el agujero donde salían los duendes. Luego de eso, demolieron la infernal casa de una buena vez. Finalmente los problemas desaparecieron.
Con el tiempo una familia se mudó a ese terreno. Construyeron una casa nueva que se parecía un poco a la que había sido demolida años atrás. Al padre de la familia le falta un dedo en su mano derecha. Dice que son cosas del oficio, aunque no se sabe de qué trabaja.
Ahora la gente cree que los duendes armaron otro agujero en el jardín de los nuevos vecinos. Nadie lo sabe con certeza, la familia lo niega, pero, de todos modos, nadie se atreve a pasar por esa vereda los viernes por la noche.

PESADILLAS: leyendas urbanas de ArgentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora