- Leyenda urbana "El vestido blanco y la mancha de café" -

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Esta historia comenzó en, aproximadamente, el año 1980, en Berazategui (Buenos Aires) y se difundió por todas las localidades cercanas llegando a nuestras generaciones.
Un joven fue a bailar a un boliche, ubicado en diagonal al cementerio de Ezpeleta y titulado "Kethal". Allí concurría mucha gente, tanto de la zona de Ezpeleta como de Berazategui.
El joven de 24 años, según me contaron, era delgado, tenía el pelo castaño y los ojos eran de color café. Esa noche, vestía una remera blanca, jeans, zapatillas y llevaba una campera de cuero negra. Éste se encontraba dentro del boliche, tomando un trago en la barra, cuando pasaba por allí una joven muy atractiva.
El joven se quedó hipnotizado. comenzó a seguirla y a hacerle preguntas:
- ¿Cuál es tu nombre?-. La joven no respondió.
- ¿Cómo te llamas?-. Volvió a preguntarle el joven.
- ¿Quieres bailar?-. Ella le dio su mano y ambos se dirigieron hacia la pista a bailar.
La joven tenía 21 años (aunque varios tienen diferentes versiones sobre las edades de cada uno). Era muy bonita. Su cabello era ondulado y morocho. Sus ojos eran verdes. Tenía la piel pálida y fría (pero el joven no lo tomó como algo "extraño"). Esa noche, ella vestía un vestido blanco.
Después de bailar toda la noche, el joven la invitó a un bar que se encontraba cerca de allí, más precisamente, a dos cuadras del boliche.
Estuvieron conversando un largo rato, cuando a ella, en una de esas ocasiones, se le derramó café en el vestido blanco.
Antes de que amanezca, la joven decidió irse a su casa y él quiso acompañarla pero ella se negó. Después de varios intentos, la convenció. En el camino, ella tenía frío y el joven, le prestó su campera.
Casi llegando a su casa, la joven le dio su teléfono y dirección y le dijo que ahí se despidieran. Él insistió en acercarla hasta la puerta pero ella, muy nerviosa, se negó rotundamente.
De regreso a su hogar, el joven recordó que le había dejado su campera pero no se preocupó por ella, ya que decidió recogerla en el próximo encuentro.
Al día siguiente, el joven llamó a la casa de ella, como había acordado y como nadie le contestó decidió ir hacia allí. Llamó a la puerta y fue atendido por una persona mayor. Al preguntar por la chica la señora enojada le dijo que era su hija pero que había muerto hace 10 años.
Desesperado, fue al cementerio. Un lugar lúgubre, desolado y triste. A lo lejos, vio un objeto negro sobre una tumba y se acercó a él. Allí encontró su campera. Sin comprender lo que estaba pasando y muy nervioso y asustado, llamó al cuidador para pedirle que abriera la tumba.
Al abrirla, ven a la joven muerta con el vestido blanco y la mancha de café.
Después de este episodio el joven quedó muy confundido. No entendía como una chica que estaba muerta desde hacía mucho tiempo había compartido una noche con él.
Ha pasado el tiempo y el joven ya convertido en un adulto, de actitud reflexiva y serena, decide entrar al cementerio cada vez que pasa cerca de él, como si una extraña fuerza que lo atrajera hacia su interior. Ingresa y directamente se dirige a la tumba de su joven, con la cual siempre tendrá esa conección tan especial.

PESADILLAS: leyendas urbanas de ArgentinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora