Sentí que los párpados se me cerraban como losas y que, lentamente, el mundo se deshacía a mi alrededor.
Me dormí pensando en lo que acababa de ver sin poder asimilarlo todavía. Cuando desperté vi como una persona yacía tendida en la cama de al lado.
Abrí los ojos con sorpresa y sentí como su mirada se clavaba en mí. Aturdida me incorporé. Era Neymar. El futbolista estaba observándome de arriba a abajo mientras transmitía una expresión severa y distante. Objeté entonces que delante mía se encontraba un cretino arrogante movido por dinero y comercio, aún así decidí mostrar mi lado más positivo.
Vi que tenía marcas sobre toda su pierna derecha que dolían con solo mirar. Traté de sonreír e inicié una conversación.
-Soy Bella- comenté como saludo.
-Yo Neymar- cortó.
Me mordí la lengua con fuerza para conjurar el color que se me había subido a las mejillas.
Sostener su mirada en aquellos primeros momentos fue lo más difícil.-¿Qué haces aquí?- balbuceé señalando a su pierna.
Apenas pestañeó.
-¿Y quién eres tú para preguntar?-.
-Supongo que soy Bella- improvisé- Ya te lo he dicho.
Sin darle tiempo a replicar le mostré la pulsera roja para que leyese mi nombre grabado en ella. El muchacho sostuvo mi mirada durante unos segundos antes de cogerla. Al hacerlo, advertí que su mano era tan suave como la seda y lucía un aro dorado en el anular.
-Isabella Rousseau.- murmuró.- ¿francesa?
-Natural de París- expliqué orgullosa apuntando hacia la Torre Eiffel que se difuminaba a la lejanía.
Cuando finalmente alzó la mirada, volvió a examinarme como quien evalúa un mueble o un trasto. Algo en sus ojos me dijo que no daba mucho crédito a mí categoría de fan; probablemente me estaba catalogando en la sección de raritas. El delantero enarcó una ceja al tiempo que sonrió enigmáticamente y me tendió la pulsera de vuelta.
-Yo también llevo una-. anunció.
-Todos la llevamos, es lo que tiene estar en el hospital- murmuré encogida de hombros.
La mención de la palabra "hospital" entristeció la mirada de Neymar. Noté como suspiraba contemplando su pierna. Justo entonces alzó la vista y me sorprendió observándolo.
-¿Y tú? ¿Qué haces aquí?- preguntó.
Tragué de golpe ignorando su pregunta. Mi objetivo era borrar aquel aire melancólico que se había formado.
-No tiene importancia.- dije combatiendo la tentación de contarle toda mi historia.
-Yo estoy lesionado y me lo merezco.- cortó.
-Nadie merece sufrir, Ney. Perdón, Neymar- articulé nerviosa.
-Llámame Ney- dijo amablemente al ver que mis mejillas volvieron a colorearse.
He de decir que sus repentinos cambios de humor me ponían de los nervios. Pasaba de taladrarme con sus ojos pardo a evaluarme como un cuadro de Monet mientras sonreía.