El hombre de abrigo de cielo

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Méceme dulcemente
como si fuera un crío,
que tus brazos me acurruquen
y así no sentir frío,
aun así me obstino y pego un alarido,
ese que das cuando se va alguien
que has querido.

Así que
Shhhhhhh...
Silencio.
Nadie de más gritos
que nadie interrumpa este reencuentro.

Curé mis heridas
con aceite de olivos
que plantamos juntos
cuando esto estaba vivo,
ahora que regresas se murió el olivo,
¿plantaremos otro o eso no es contigo?

¿Quien regará lo que él dejó marchito?
De seguro sabrá cuando te he querido,
que mis alas cortaste,
como a un pajarillo
y a merced me dejaste de ese negro abismo en el que caí sin amparo ni cobijo.

Tengo ante mi al hombre de abrigo de cielo,
cuando yo lo abrazo
también cojo vuelo,
y cuando me suelta yo me agarro fuerte
cree que puedo sola pero no soy valiente.

Hay veces que lo observo y noto su rechazo,
me arroja un mar de ideas que con lápiz trazo
¿por qué me abandonó?
¿y si no es así?
¿por qué es que una noche me ignora y las otras me adora?

Su mente es como pavimento frío,
es un tanto oscuro
un poco sombrío
pero igual le sigo,
es como un imán:
atrae el opuesto a su otra mitad.

Y en las noches de invierno,
cuando el aire es frío,
lo siento acurrucarme con ese su abrigo,
dejándome una nota en cada bolsillo.

Mas no deja huellas en las blancas sábanas,
sabe que las estrellas pronto han de borrarlas,
así como cuando por mero capricho
de su cuerpo robaron su alma,
para que viajara con ellas en el tiempo,
y así le tejieran
un abrigo de cielo.

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El Cantar De Lo ImposibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora