Roce

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Dos semanas han pasado y mi convivencia con D.O ha sido del todo agradable.

Como voy a la universidad, solo lo veo en el desayuno, y luego en la noche. 

El primer fin de semana se me olvidó completamente de que estaba con él, y me levanté con lo que dormí, una polera y mi braga. Cuando cerré la puerta del refrigerador, me di cuenta que D.O estaba en el sillón mirándome, y yo ya me había paseado desde mi habitación hacia la cocina. Con la cara rojísima, corrí a mi habitación y me cambié de ropa. No pude hablarle por unas buenas horas.

Hoy es viernes, y quiero descansar un poco.

-Hola D.O - dije cerrando la puerta del apartamento.

-Hola Ada- dijo sin dejar de mirar una revista sentado en el sillón. Me miró mientras me sacaba la mochila y me sentaba en el sillón- Luces agotada.

-Lo luzco y lo estoy- me apoyé por completo en el respaldo del sillón y tiré mi cabeza para atrás- voy a descansar de la caminata, y me voy a dormir.

-Claro- me dijo volviendo a mirar su revista. Cerré mis ojos y todo quedo en la oscuridad.


Miré hacia un lado, y Ada estaba durmiendo.

-Ada, despierta- le dije y le toqué una sola vez su hombro con mi dedo- es mejor que duermas en tu cama- la volví a tocar. Solo hizo un movimiento raro, dijo algo que no entendí, y se acomodó en el sillón.

Bufé. 

Me paré y le puse una mano en su espalda y la otra en sus piernas, junto con una de sus manos en mi nuca. La tomé y no pesaba mucho.  Cuando la acomodé antes de caminar, me llegó su olor: ese del que me estoy volviendo adicto. 

La primera vez que la ví en la fiesta, me cautivó. Estaba hermosa con esos jeas rasgados en las rodillas, sus zapatillas, su polera y chaqueta junto a su cabello suelto. Solo con eso se distinguió de las demás que iban con vestido y con demasiado maquillaje.

Un segundo antes de dar el primer paso, respiré hondamente para sentir ese olor a almendra que tanto la caracterizaba, y como se viene caminando desde la Universidad, su olor queda por todos lados cuando llega.

 Abrí con un pie la puerta, e ingresé. Ada tenía su pieza desordenada, pero no de una forma exagerada. La recosté lentamente en su cama, y cuando me quise levantar su mano que estaba en mi nuca se pudo tensa y no dejó que me parara. Quedamos casi nariz con nariz. Solo escuchaba su respiración lenta y la mía agitada. 

No sé cuanto tiempo pasó, pero me quedé viendo sus labios. Quizás una probadita no haría mal, total, ella está durmiendo.

One Shot - D.ODonde viven las historias. Descúbrelo ahora