CAPÍTULO
DIECISÉISEl silencio quemaba sus oídos y alimentaba la ansiedad que se arremolinaba insistente e infalible en la boca de su estómago. Al mismo tiempo, su mirada escarlata se posaba sobre aquella escena que le carcomía el alma segundo a segundo: era su amaba hablando con el hombre que había arriesgado su vida por ir a arrebatarla de sus brazos, a robarle su felicidad. Era irónico. Tanto tiempo para aceptar sus sentimientos. Tan poco tiempo para amarla.
En tan solo un día tendría que cerrar su trato con el clan Kawahashi y francamente, en ese punto del meollo él estaba dispuesto a huir cuan cobarde. Podía fingir su muerte, nombrar a Saru como el Tercer Hokage y dejarle una carta a Mito explicándole que había decidido perseguir su tan anhelada felicidad. Ya ni siquiera le importaban las disputas con la Aldea de las Nubes. Si es que iba a morir, que fuera en los brazos de la mujer que más amaba en el universo. No deseaba nada más que estar a su lado, y ver esos preciosos ojos azules brillar por la presencia de su padre, lo destrozaba.
Ahora que conocía la felicidad, no quería vivir sin ella.
Con sinceridad, estaba asustado. Ya ni siquiera recordaba lo que era pensar con lógica. Para él, toda lógica y raciocinio perdió sentido cuando se enamoró de ella.
Cuando Minato cayó desmayado por segunda vez, él no tuvo otra opción más que llevarlo a un lugar seguro. A decir verdad, no se tomó en serio su amenaza. No porque no estuviera dispuesto a luchar, sino por respeto a ella.
Francamente, seguía dudoso. Confiaba total y ciegamente en ella, no en el nuevo visitante del futuro que con facilidad podía significar cientos de problemas... más problemas.
¿Sería posible que existiera alguna pequeña esperanza para ellos? Si es que la había, jugaría hasta la última carta porque estaba dispuesto a todo solo por ella.
— Papá —musitó la rubia Uzumaki, quien se encontraba al lado de un Minato adormilado. Después de la amenaza contra Tobirama, se desmayó. Seguía débil y podía notarse de solo observarlo.
Con cuidado, la chica pasó sus dedos por las ojeras tenuemente marcadas debajo de los ojos de su padre. Se veía tan agotado. Ahora, le acunó la mejilla en la pequeña palma de su mano y sollozó. Las lágrimas no tardaron en salir.
— Estás bien —susurró Minato, estirando su brazo para secarle el rostro humedecido—. Te ves tan preciosa que mis recuerdos no te hacían justicia.
— Tú te ves terrible, papá —respondió cabizbaja—. Perdóname. Te he causado problemas. ¿Naruto está bien?
Minato asintió.
— Él ha cambiado. Se culpa de tu desaparición. Sin embargo, se ha hecho mucho más fuerte e incluso logró controlar al Kyūbi en gran medida. Me ayudó a llegar hasta ti.
— ¿Cómo está mamá?
— Ella te echa de menos. Todos te extrañamos, pequeña.
— Yo también los extraño a ustedes —sin poderlo evitar, se recargó al lado de Minato tumbándose sobre su pecho.
No podía creerlo. Aún le costaba procesarlo. Su padre había ido por ella y Naruto estaba bien. Entonces, ¿eso significaba que ella tendría que volver?
Ella tensó su mandíbula y tomó la palabra.
— Papá, yo... —no sabía cómo abordar el tema. ¿Cómo decirle a su padre que estaba enamorada de un hombre que ya no vivía en su época?
— Volverás conmigo a casa. ¿Verdad?
Hubo silencio.
— Entonces —Minato volvió a hablar—. Lo que él me dijo... ¿Tú lo amas a él?

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TEMPUS ★ S. TOBIRAMA
Fiksi Penggemar¿deberíamos darle las gracias a naruto o continuar culpándolo por ser un cabezota?