Lágrimas

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Una mini historia que se me ha ocurrido en medio de la noche. No soy muy buena para manejar el mreg...y esto no es un omegaverse. Es más un universo inspirado en las historias de aquellos tiempos (?) -cuando el omegaverse no era famoso- de los donceles. Yuri es un doncel -Hombre con la capacidad de engendrar vida por alguna extraña razón de la naturaleza-. Y pues...this :3

Disclaimer: YURI ON ICE pertenece a Kubo, Mappa y Sayo.

Advertencia: Sin betear, posibles faltas ortográficas. Mpreg.

Lágrimas.

El silencio había reinado en el hogar desde hacía algunos meses. La música clásica que sonaba en las noches jamás se escuchó, ni las peleas tontas, ni una risa pequeña. Ni los apodos cariñosos ni los reclamos por ser tan empalagosos. Las largas prácticas en el salón de baile, donde el rubio solía mofarse por su flexibilidad; pero su pareja lograba sonreír victorioso al demostrarle que él también era capaz de imitar sus delicados estiramientos.

Yuri era como un muñeco sin vida, se mantenía sentado frente al ventanal de la residencia, observando fijamente a la nada mientras algunas finas lágrimas corrían por su perfecto rostro. Algunas veces, Potya se sentaba sobre sus piernas y ronroneaba, desesperada porque su dueño le prestara atención. Solo en ese momento Yuri reaccionaría y rodearía a la gata con sus brazos y la colocaría de forma maternal contra su pecho, rompiendo en llanto.

En el pasado, el rubio odiaba que Jean le viese llorar; no importaba cuanto tiempo hubiesen pasado de noviazgo, ni cuanto llevaran de casados, Plisetsky siempre se mordía los labios y se tragaba las lágrimas. Odiaba que le viesen débil, Jean lo sabía, era por eso que en esas ocasiones, cuando Yuri ponía un adorable puchero, mientras sus ojos se cristalizaban, JJ le abrazaba de forma protectora, ignorando completamente las quejas silenciosas. Porque sabía que su pequeño necesitaba algo de comprensión y cariño.

Pero de eso ya nada quedaba, JJ recordaba perfectamente cuanto miedo le había causado el observar a Yuri Plistesky llorar con amargura; como su hermoso rostro se desfiguraba en la más pura mueca de dolor mientras se golpeaba el pecho y repetía una y otra vez que todo eso había sido su culpa. Del valiente y mal humorado Yuri Plisetsky ya nada quedaba, ahora en su lugar tenía a un joven de veintitrés años deprimido, cuestionándose el porqué de las cosas una y otra vez. Uno que no dormía, uno que no entrenaba. Uno que no comía. Jean intentaba de manera desesperada levantar a Plisetsky, recordarle cuanto le amaba, cuan valiosa era la vida. Que todo podía cambiar.

Que ese accidente no había sido culpa suya.

Era como si el destino hubiese decidido robarse la felicidad que anteriormente había rodeado al joven matrimonio; la luz que alguna vez iluminaba las mañas de Jean Jacques Leroy le había sido arrebatada dos meses atrás, cuando una noticia que debió ser feliz, llego de la forma más devastadora que jamás pudo imaginar.

—Yuri, amor —murmuró, ingresando al lugar. Yuri observaba fijamente el techo, mientras sollozaba y murmuraba algo de manera baja. Jean podía verlo temblar levemente con un frasco en su mano. El canadiense tan solo había salido diez minutos, y al parecer su esposo deseaba cometer una locura. Con rapidez, se acercó a arrebatar el frasco. —¡Yuri! ¡¿Qué crees que haces?! —grito, desesperado, sosteniendo con firmeza por los hombros al ruso. Lo sacudió de manera suave. Podía sentir los relieves del hueso de sus hombros. Yuri había perdido peso de manera alarmante en esos meses. — ¡Yuri!

La mirada del joven se veía perdida, esos ojos verdes que alguna vez tanto lo enamoraron, yacían sin brillo. Jean pudo sentir como su pecho se estrujaba con fuerza ante la imagen que se le era presentada. Su amado y fiero tigre, abatido de esa forma. Lo envolvió entre sus brazos, sollozando con fuerza, aferrándose con desesperación a lo que la depresión había dejado de Plisetsky...

LágrimasWhere stories live. Discover now