Cuarenta y siete

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Tom


Desperté y Liz no estaba en la cama. Me levanté rápidamente y supuse que había ido al desayuno.

Bajé por el ascensor y allí estaba. Sentada en una esquina con solo una taza de café.

-¡Buen día señorita!

-Tom, estoy tan avergonzada por lo que pasó anoche-dijo con mucha pena y con voz de arrepentimiento.

-No debes preocuparte Liz. A cualquiera le pasa que unas copas se le suben a la cabeza-Dije sonriendo tratando de bajar el estres en ella.

-De todas maneras Tom. Discúlpame por cualquier cosa que haya pasado anoche-concluyó.

Si supiera lo del ascensor...

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